La Navidad también se enciende. En el Pirineo Aragonés, desde hace siglos, el fuego marca el inicio de las fiestas con un rito ancestral cargado de significado: el encendido de la Zoca de Navidad. Una tradición vinculada al solsticio de invierno, a la protección del hogar y al deseo de prosperidad, que hoy vuelve a cobrar vida y emociona más allá de las montañas. La Zoca de Navidad consiste en el encendido ritual de un gran tronco durante los días más oscuros del año. Este acto, profundamente arraigado en la cultura pirenaica, representa la renovación, la protección del hogar y la continuidad de la vida a través del fuego. Tradicionalmente, el rito se celebraba en el ámbito familiar. El miembro más joven y el más anciano de la casa encendían juntos la zoca, un gesto cargado de simbolismo que unía generaciones y reforzaba los lazos familiares. Antes de prender el tronco, se recitaba una oración o bendición, una fórmula transmitida de generación en generación. Una de las más conocidas decía: “Buen tizón, buen barón, buena casa, buena brasa, que Dios bendiga al amo y a la dueña de esta casa”. La Zoca no terminaba cuando el fuego se apagaba. Las cenizas se conservaban cuidadosamente y, en muchos hogares, se esparcían por los campos —a menudo el día de Reyes— como símbolo de protección frente a plagas y augurio de buenas cosechas. Este gesto refuerza el vínculo entre la tradición y la naturaleza, y conecta la Navidad con los ciclos agrícolas y la vida cotidiana del Pirineo. El encendido de la Zoca está directamente relacionado con el solsticio de invierno, el momento en el que la noche comienza a perder terreno frente a la luz. El fuego se convierte así en un elemento purificador, protector y esperanzador, capaz de ahuyentar lo negativo y atraer la prosperidad al hogar. Durante siglos, esta costumbre se mantuvo viva en las chimeneas de las casas antiguas. Sin embargo, la desaparición de estos hogares tradicionales provocó que la Zoca fuera cayendo en el olvido. En los últimos años, diversas asociaciones culturales han impulsado la recuperación de la Zoca de Navidad como uno de los símbolos más auténticos del invierno pirenaico. El rito ha salido a la calle y se ha transformado en un acto colectivo, acompañado de gaiteros, grupos folklóricos y música tradicional. El objetivo es claro: poner en valor la cultura pirenaica, mantener viva la memoria y compartir una tradición que habla de comunidad, identidad y raíces. Ese espíritu comunitario se vive de forma muy especial en Jaca, donde la Zoca de Navidad se ha consolidado como una cita imprescindible. Recuperada hace años por los Gaiters de Chaca, la celebración reúne a cientos de personas en la calle, con reparto de vino caliente, torta y dulces, y con la implicación de comercios, asociaciones y del propio Ayuntamiento. Este año, el encendido ha tenido además un marcado carácter solidario. El Club Baloncesto Jaca, elegido este año, anunció que toda la recaudación voluntaria se destinaría a la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). La decisión estuvo motivada por el recuerdo de Patricia Ordóñez, presidenta del Club Escaladores del Pirineo, recientemente fallecida y muy querida en la ciudad. Su deseo fue que las muestras de cariño se transformaran en donaciones solidarias, un gesto que ha dado a la Zoca un significado aún más profundo. El alcalde de Jaca, Carlos Serrano, destacó que este encendido ha tenido “un doble motivo: mantener viva la tradición y ser más solidarios que nunca”. La Zoca de Navidad sigue ardiendo. Ya no solo como un tronco encendido, sino como un símbolo de memoria, unión y solidaridad, capaz de emocionar y de conectar pasado y presente alrededor del fuego.