El sector de la pesca afronta el final de 2025 con la misma incertidumbre que lo ha acompañado durante los últimos años. Desde 2020, los pescadores han sentido cómo la presión regulatoria de Europa supone "cada año un apriete más", según denuncia Ignacio López, presidente de la cofradía de pescadores de Motril. La situación ha obligado incluso a que el Gobierno tuviera que intervenir para que la flota pudiera terminar el año. La situación ha llegado a un punto crítico en el último Consejo de Ministros de la UE, donde la Comisión Europea pretendía imponer nuevas restricciones. Sin embargo, la postura conjunta de Francia, Italia y España ha logrado un respaldo mayoritario del resto de países, dejando a la Comisión "sola" y sin capacidad para sacar adelante su propuesta. Gracias a esta unión, se ha conseguido mantener las condiciones actuales, con 143 días de pesca para el año que viene. Una decisión que López califica como "de lo malo, lo menos malo", pero insiste en que "no es lo justo". El sector considera que, con los actuales niveles de biomasa, la decisión debería haber tenido en cuenta también los factores económicos y sociales. El presidente de la cofradía de Motril critica duramente el enfoque de la Unión Europea. "Hay unos técnicos en la comunidad europea que piensan que la forma de gestionar los caladeros más eficaz es esa, y aunque se equivoquen tienen un poder muy grande", explica. A su juicio, estas políticas "nos matan, no funcionan" por su falta de sensibilidad y su desatención a la parte socioeconómica. Ignacio López subraya que, según la propia normativa europea, la gestión pesquera debe ir acompañada de informes socioeconómicos que no se están realizando. Además, defiende que los datos respaldan al sector: "Las descargas siguen aumentando año a año, lo que demuestra que la biomasa sigue creciendo", por lo que pide revertir los recortes. "Ahora tienen que hacer el sentido inverso", sentencia. La supervivencia del sector no responde a una lógica empresarial, sino a la vocación de sus trabajadores. "Si nosotros tuviéramos la mentalidad de empresario, hace ya tiempo que los barcos habrían desaparecido en el Mediterráneo". Es este arraigo, y la esperanza de que "el año que viene sea mejor", lo que mantiene a flote a los pescadores.