Cuando ya hemos pasado algo más de sesenta años de nuestra vida, entramos en ese tiempo en el que nos convertimos, casi sin darnos cuenta, en esos seres nostálgicos en los que volvemos la vista atrás para recordar aquellos momentos de nuestra juventud, en los que junto a nuestra familia originaria, celebrábamos esas tradiciones que de siempre han caracterizado a nuestra civilización, y por supuesto a nuestra nación, y claro a esta ciudad en la que vivimos.