Karim, exconvicto que vio la luz gracias a la asociación 'Entre Pinto y Valdemoro' de Getafe: "Robaba para drogarme, no para ser rico"

Karim llegó a España con 16 años y, tras una vida marcada por las drogas y la delincuencia, ha pasado un total de ocho años en prisión. Ahora, en libertad y con un futuro esperanzador, relata su historia de superación en el programa especial 'A la luz de una estrella'. Su testimonio, junto al de Susana Cano, coordinadora de la asociación Entre Pinto y Valdemoro, revela la importancia de las redes de apoyo para quienes salen de la cárcel y buscan una segunda oportunidad. "Era robar para drogarme, no para ser rico", confiesa Karim sobre su pasado. Su historial delictivo le llevó a entrar en prisión hasta en seis ocasiones. Las últimas dos condenas, de cuatro años cada una, le hicieron tocar fondo. "Salí cabreado, con mucho estrés, agobio, frustración, por eso no duré mucho en la calle", explica sobre su penúltima salida. Fue al volver a ingresar cuando algo cambió: "Se encendió algo y dije: 'esto no puede ser', ¿cómo va a acabar mi vida?". En ese camino hacia el cambio, Karim subraya que el apoyo institucional dentro de la prisión es insuficiente. "Si esperas algo de la cárcel, creo yo que no, no te lo van a facilitar porque no hay un seguimiento", afirma con rotundidad. Para él, la clave fue encontrar el respaldo de entidades externas y voluntarios. "Sales de la cárcel sin nada, con tanta droga en el cuerpo y un pasado difícil, pero esta vez, gracias a Dios, salí con un gran apoyo de muchos voluntarios". Una de esas manos tendidas fue la de la asociación Entre Pinto y Valdemoro, una entidad de la diócesis de Getafe que lleva 25 años trabajando con presos. Tal y como explica Susana Cano, directora de las viviendas de acogida, acompañan a personas que, como Karim, se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad, a menudo sin familia o con los lazos rotos por el delito. La asociación ofrece pisos de acogida, talleres y actividades para "favorecer la inserción de los presos una vez cumplen su pena". Susana Cano detalla que la principal necesidad que detectan en los centros penitenciarios es la de "sentirse escuchados, acompañados, sentir que valen algo para alguien". En un mundo "sombrío y feo", su labor es poner "un puntito de luz y de esperanza", recordándoles que tienen un futuro y que "hay que trabajarlo desde ya". Esta labor de acompañamiento choca al principio con un muro de escepticismo por parte de los internos. La desconfianza inicial es una barrera común. "Vienen muy desconfiados y escuchamos muchas veces la frase de '¿Y tú vienes aquí gratis? Eso no puede ser'", relata Susana. Sin embargo, con el tiempo, esa barrera se derrumba y los internos "empiezan a abrirse y a formar un vínculo" hasta convertirse en "uno más de la familia". Karim lo confirma: "Que un voluntario deje su tiempo, su familia, y te dé un abrazo y se preocupe por ti... dices, 'de aquí no me muevo'". Dos años después de recuperar la libertad, y tras pasar por los pisos de la asociación durante sus permisos y su puesta en libertad definitiva, Karim no duda en afirmar que los voluntarios son su familia. "Sin duda, y lo digo con la boca llena", asegura. Ha encontrado un entorno que le ha permitido recuperar la esperanza en el futuro y "disfrutar de la vida como es, sin meterte en problemas", sintiendo que vuelve a valer "en esta sociedad". Susana Cano también hace un llamamiento a la sociedad para derribar los muros y los "estereotipos erróneos" que existen sobre la reinserción. "Cuando conoces la vida, la historia, le pones cara, dices, '¿cómo no?, hay que ayudar a esta gente'", sostiene. Para el equipo de voluntarios, la fe es su "sostén", la "divina providencia" que les permite seguir adelante. Al final, el mensaje de Karim, en plena Nochebuena, resuena con fuerza: "La vida es maravillosa, hay que disfrutarla. De ahí se sale, pero uno tiene que salir decidido a lo que va a hacer con su vida".