Durante décadas, la superconductividad ha sido uno de los grandes anhelos de la física aplicada: electricidad que fluye sin resistencia, sin pérdidas de energía en forma de calor. El problema siempre fue el mismo: casi todos los superconductores conocidos solo funcionan a temperaturas extremadamente bajas, lo que los hace poco prácticos fuera de laboratorios y dispositivos muy específicos. Ahora, un nuevo hallazgo del Massachusetts Institute of Technology sugiere que quizá estemos mirando el fenómeno desde el ángulo equivocado.