Sin duda hay una ética perversa, es la de todos aquellos que no aspiran al bien supremo de la felicidad de los ciudadanos, llamada por Aristóteles eudaimonía en su Ética a Nicómaco. No buscar esa felicidad creando ciudadanos buenos y nobles es siempre una perversión teleológica de la ética. No se puede hacer nada en política, como en ningún ámbito de la vida, que no tenga un carácter moral o ético. Sea para bien o para mal. No voy a caer en el fácil y socorrido maniqueísmo, no. Las acciones de los políticos, como las de cualquier ciudadano, están impregnadas de una búsqueda del bien propio junto con el de la comunidad. En el término medio está la virtud como dirían los clásicos, in medio virtus. Nadie irá contra sí mismo, pero buscar el bien propio como el común es lo que todos esperamos de los servidores públicos.