Durante décadas, la conciencia ha sido tratada como el gran enigma de la ciencia: todos la experimentamos, pero cuesta explicar para qué sirve realmente. Un nuevo trabajo teórico propone una idea tan sencilla como disruptiva: la conciencia no cumple una única función ni apareció de golpe. Evolucionó por capas, cada una con una tarea biológica distinta, y todas siguen activas hoy en nuestro cerebro.