Se lleva al niño equivocado de la playa y no se da cuenta hasta kilómetros después: "Papá, que el niño llora porque no es nuestro"

Las historias familiares a menudo esconden anécdotas que, con el paso del tiempo, se convierten en relatos casi surrealistas. Este es el caso de la historia que ha compartido Guillermo, un oyente de COPE, sobre su suegro. Los hechos se remontan a los años 80, una época en la que los viajes a la playa eran toda una aventura. La familia, con siete hijos a cuestas, se desplazaba en una icónica furgoneta Volkswagen antigua que el padre había tuneado con sofás. Durante uno de esos trayectos, la familia hizo una parada en una venta. El padre, descrito por su yerno como un hombre con un carácter un poquito agrio, empezó a meter prisa a todo el mundo para reanudar la marcha cuanto antes. Con la impaciencia a flor de piel, comenzó a organizar a los niños para que subieran de nuevo al vehículo. Fue en ese momento de caos y apremio cuando se produjo el increíble error. Al grito de “¡Venga, adentro, que ya vamos tarde, adentro!”, el hombre fue metiendo a los pequeños en la furgoneta. En medio del alboroto, uno de los niños no paraba de llorar, una situación que solo sirvió para aumentar la tensión del padre. Lejos de calmarse, el llanto persistía mientras el vehículo emprendía la marcha, lo que llevó al progenitor a exigir silencio de forma tajante: “Mamá, pero que se calle, voy a tener que dar un…” La surrealista situación se mantuvo durante varios kilómetros. No fue hasta haber recorrido unos cinco o seis kilómetros desde la venta cuando una de sus hijas se atrevió a interrumpir a su padre para desvelar el motivo real del llanto del pequeño. La frase que pronunció la niña ha quedado para el recuerdo en la memoria familiar. Con total naturalidad, la hija le dijo: “Papá, que el niño llora porque no es nuestro”. En ese instante, la familia al completo se dio cuenta de que, con las prisas, el padre había subido a la furgoneta a un niño desconocido, dejando atrás, presumiblemente, a uno de los suyos. La anécdota, compartida en antena, no solo ha provocado las risas de los oyentes, sino que también sirve como un simpático recordatorio de los caóticos pero memorables viajes familiares de antaño.