Al despliegue desorbitado de centros de datos para la IA le ha salido un nuevo problema: las cavernas de sal

En el imaginario colectivo, la inteligencia artificial es una nube etérea de algoritmos. La realidad es mucho más compleja y lo que sabemos a ciencia cierta es que un devorador de energía que necesita "comer" constantemente. Satya Nadella, CEO de Microsoft, lo ha resumido con una crudeza inusual: "El problema ya no es que le falten chips de Nvidia, sino que no hay suficientes enchufes". Y para que esos enchufes tengan corriente las 24 horas del día con la fiabilidad del 99,999% que exige el sector, las Big Tech han acabado mirando hacia donde nadie esperaba: a miles de metros bajo el suelo, hacia las cavernas de sal. Cuando los bits chocan con el subsuelo . La carrera por la IA ha entrado en una fase de "inicio lento" en la construcción de estas cavernas subterráneas, lo que podría obstaculizar el despliegue de los centros de datos. Según Fortune , la razón es matemática ya que estas infraestructuras digitales no toleran interrupciones y requieren una fiabilidad extrema. Para garantizar ese flujo constante, el gas natural se ha convertido en el respaldo indispensable. Sin embargo, como explican, no basta con producir gas; hay que guardarlo. Las proyecciones del sector indican que solo se ha planificado aproximadamente la mitad de almacenamiento que será necesario para cubrir la demanda futura. Sin estas cuevas artificiales excavadas a miles de metros bajo la superficie, los hiperescaladores (Google, Amazon, Meta) quedan a merced de los gasoductos, vulnerables a corrosión, deslizamientos de tierra o fenómenos climáticos extremos. En Xataka Los centros de datos en el espacio son el dedo, la compra de una empresa eléctrica por parte de Google es la Luna ¿Pero por qué cavernas de sal? La respuesta técnica reside en la flexibilidad. Como detallan expertos en Fortune , existen dos formas de almacenar gas: en yacimientos agotados de petróleo o en cavernas de sal. Los primeros son más baratos, pero estructuralmente lentos. El gas se inyecta en verano y se extrae en invierno, siguiendo un ciclo estacional clásico. La IA, en cambio, no entiende de estaciones. Sus picos de demanda son constantes, repentinos y difíciles de prever. Las cavernas de sal, creadas inyectando agua para lixiviar el mineral, actúan como un pulmón de alta presión: permiten inyectar y extraer gas con una frecuencia mucho mayor, adaptándose a la volatilidad de la red eléctrica que alimenta a los servidores. El "superciclo 2.0". Ante este escenario, empresas como Enbridge han tomado la delantera . Greg Ebel, CEO de la compañía, ha confirmado que están expandiendo sus instalaciones de Egan (Luisiana) y Moss Bluff (Texas). "Esta demanda cambia drásticamente la economía del suministro", afirmaba. Pero no es suficiente. Jack Weixel, analista de East Daley Analytics , advierte de que se necesita el doble de la capacidad que se planea actualmente. Proyectos como el Freeport Energy Storage Hub (FRESH), en Houston, buscan conectar hasta 17 gasoductos a un nuevo domo de sal para 2028, pero los tiempos de construcción —a menudo superiores a los cuatro años— chocan con la urgencia de la IA. Por su parte, Jim Goetz, CEO de Trinity Gas Storage, lo define como el "superciclo del almacenamiento 2.0". Su empresa acaba de alcanzar la decisión final de inversión (FID) para ampliar su capacidad en el este de Texas, buscando dar soporte a infraestructuras críticas como Stargate, el titánico proyecto de 500.000 millones de dólares de OpenAI y Microsoft. La sombra de la duda. La pregunta de fondo no es solo si las cavernas de sal funcionan —funcionan—, sino qué tipo de sistema energético están consolidando. El gas natural es rápido, flexible y fiable, pero también introduce nuevas dependencias y riesgos. Según advierten analistas , la infraestructura de gas en la Costa del Golfo es especialmente vulnerable a fenómenos climáticos extremos. Un huracán directo sobre Texas o Luisiana puede interrumpir producción, exportaciones y transporte al mismo tiempo. En ese escenario, incluso con gas disponible en otras regiones , la falta de almacenamiento cercano puede dejar a los centros de datos sin respaldo eléctrico. A esto se suma la cuestión del precio. El aumento sostenido de la demanda para alimentar centros de datos, exportaciones de GNL y reindustrialización ya está presionando al alza las facturas de gas y electricidad. Sin suficiente capacidad de almacenamiento, esa volatilidad se amplifica. Como señalan desde el sector, el almacenamiento actúa como un amortiguador; cuando falta, los picos se trasladan directamente al consumidor . Además, la crítica es más estructural ya que la IA está empujando a prolongar la dependencia de combustibles fósiles justo cuando gobiernos y empresas se comprometían a reducirla. Mirar más allá del gas. Conscientes de este límite físico, las grandes tecnológicas ya no miran solo a cavernas de sal y gasoductos. Buscan cualquier fuente de electricidad firme que no dependa exclusivamente del mercado energético tradicional. Un ejemplo es Fervo Energy, una startup geotérmica que acaba de cerrar una de las mayores rondas de financiación del sector, con Google como inversor y cliente. Su apuesta por la geotermia avanzada —electricidad constante las 24 horas— refleja hasta qué punto la IA está redibujando el mapa energético. No se trata de una solución inmediata ni universal, pero sí de una señal clara: el problema ya no es tecnológico, sino energético. ¿Un problema solo de Estados Unidos? Estados Unidos es el epicentro, pero no el único escenario. El choque entre IA y energía es global, aunque las respuestas varían. En Europa, el auge de la IA está llevando a replantear el cierre de centrales de gas y carbón. Algunas eléctricas negocian reconvertir antiguas plantas en centros de datos, aprovechando su acceso a la red, al agua y a infraestructuras ya amortizadas. La lógica es la misma: energía firme, inmediata y disponible. China, por su parte, ha optado por otro camino. Pekín no solo impulsa centros de datos submarinos o grandes clústeres energéticos en provincias interiores, sino que subvenciona directamente la electricidad que alimenta a su IA. El objetivo es abaratar el "combustible" de los modelos digitales y compensar la menor eficiencia energética de los chips nacionales frente a los de Nvidia. El retorno al subsuelo. En todos los casos, el patrón se repite. Las renovables crecen, pero no lo suficientemente rápido ni con la estabilidad necesaria para sostener la demanda de la IA a corto plazo. El gas —con cavernas de sal, turbinas temporales o centrales recicladas— se convierte en la muleta inevitable. En nuestra carrera por crear una inteligencia que viva en el plano de las ideas, hemos terminado regresando a la minería, a la perforación y a las profundidades de la Tierra. Puede que el futuro de la IA no se decida solo en laboratorios o centros de datos, sino en algo mucho menos visible: quién controla el subsuelo que mantiene encendidos sus enchufes. Imagen | Freepik y Freepik Xataka | En Finlandia ya saben cómo lidiar con el exceso de calor de los centros de datos: convertirlo en calefacción urbana - La noticia Al despliegue desorbitado de centros de datos para la IA le ha salido un nuevo problema: las cavernas de sal fue publicada originalmente en Xataka por Alba Otero .