Asedio okupa a un viejo colegio de estilo neomudéjar en Puente de Vallecas

En el número 38 de la calle de Francisco Laguna, un viejo colegio de arquitectura neomudéjar, nada está colocado al azar: los ladrillos tapan las puertas y ventanas de la planta baja, las redes de protección contra desprendimientos cubren parte de la ruinosa fachada, y una valla de chapa ciega se levanta donde antaño lo hacía el muro del patio. La misión, impedir la entrada de okupas y toxicómanos tras su desalojo seis meses atrás, y evitar así la degradación total de un inmueble azotado por el abandono y la falta de seguridad . Aunque un runrún planean de nuevo sobre el vecindario. Hace días, el dueño de un negocio cercano dio la voz de alarma ante lo que parecía otro intento de usurpación, después de que dos hombres de raza negra rompiera el cierre metálico de una de las puertas del vallado. «Cuando llegó la Policía Municipal ya no estaban, pero no es la primera vez que merodean por la zona», sostiene este trabajador, con el lógico temor de volver a enfrentarse al infierno sufrido. «Esto era un hervidero de drogadictos que deambulaban de aquí para allá, doblabas la calle y los veías quemando el papel plata», prosigue. Basta un rodeo al desvencijado bloque, de titularidad municipal, para entender la realidad de un singular espacio al borde del colapso. Bien lo saben las autoridades políticas, las mismas que en el último Pleno de Puente de Vallecas aprobaron por unanimidad una proposición para «instar a la Junta Municipal o, en su caso, al área correspondiente a dotar al edificio de medidas de seguridad y salubridad para salvaguardarlo y no tener que lamentar la pérdida de un edificio emblemático e histórico para el distrito». En ese sentido, los residentes remarcan que hace un mes entraron los operarios del ayuntamiento para limpiar y desbrozar la parcela. «Estuvieron sacando colchones y de todo», recuerdan aquellos que fueron testigos de un desfilar de quincalla amontonada desde el pasado verano. Fuentes municipales explican a ABC que «el inmueble está tapiado, la parcela se ha limpiado y se han aplicado tratamientos antiplagas». Añaden, además, que la Policía Municipal de Policía Municipal vigila el entorno y «que se quiere instalar una alarma 'antiintrusión'». Medidas, todas, encaminadas a impedir el asalto a la finca, como ya ocurriera en anteriores ocasiones. Desde 2016 son varios los intentos de okupación registrados, el más grave hace dos años, cuando lograron instalarse y la parcela pasó a ser «un nido de heroína». Quien habla es Jorge Nacarino, presidente de la asociación vecinal Puente de Vallecas-San Diego (y también de la FRAVM), y una de las personas que más de cerca ha seguido la evolución del espacio. «Al ser municipal y no propiedad de un banco, las personas que tratan de entrar lo hacen a la desesperada, porque lo normal es que la Administración actúe más rápido de cara a un desalojo», sostiene, consciente de que muchos de los que acceden tienen problemas de drogadicción y están en una situación de grave vulnerabilidad. Precisamente, la última de las usurpaciones se prolongó el pasado mes de junio, apenas unas semanas después de que un joven de 25 años acuchillara a otro en el interior del mismo. Tras cometer la agresión, el sospechoso levantó a su novia de la cama y se marcharon corriendo del lugar. Un testigo relató a los policías que un rato antes del ataque escuchó el siguiente grito: «¡Te voy a matar, te mato!» . Y en paralelo, los facultativos de Samur-Protección Civil tuvieron que trasladar en estado grave a la víctima, un hombre de 52 años y oriundo de Sierra Leona, con un enorme corte que le provocó la amputación parcial de una mano. La historia del colegio Fernán Caballero comienza en 1929, cuando fue inaugurado bajo el nombre de Grupo Escolar Primo de Rivera. Pasaron las décadas y el centro, aparte de ser rebautizado, alargó en los últimos tiempos de actividad un modelo de enseñanza «anclado en el pasado». Palabra de antiguos alumnos. Las aulas cerraron definitivamente sus puertas a principios de la década de los 90, manteniéndose el edificio vacío hasta los primeros años de los 2000, cuando la entonces concejal del distrito, la popular Eva Durán, cedió su uso a una asociación de personas migrantes. En la práctica, rememoran desde la asociación vecinal Puente de Vallecas-San Diego, se convirtió en una academia de bailes latinos «que abría en días alternos». Pero con la llegada de Manuela Carmena a la alcaldía, la cesión se revocó «porque, en resumidas cuentas, no estaba bien hecha». A partir de ahí, el enclave volvió a quedar varado, sin que ninguno de los proyectos planteados para su resurgimiento llegaran a buen puerto. El que más opciones tuvo fue el de un nuevo de economía social, que llegó incluso a presupuestarse bajo el propio mandato de la regidora de Ahora Madrid. Sin embargo, al realizar las primeras catas para el estudio geotécnico, los operarios descubrieron unas grutas subterráneas completamente inundadas, en las que algunos vieron un posible refugio de la Guerra Civil. El Consistorio encargó un estudio de más de 30.000 euros para determinar si esas galerías debían estar sujetas al régimen de protección de los Bienes de Interés Patrimonial (BIP), tal y como establece la Ley de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid para aquellas fortificaciones que daten del conflicto español. Los informes descartaron el blindaje, llevándose consigo cualquier plan de regeneración, lo que propició el acercamiento de personas en situación de calle y con problemas de adicción a las drogas. De hecho, varios trabajadores sociales del distrito lo llegaron a denominar Hotel Rwanda, por la extrema vulnerabilidad de las personas que allí se instalaban. La última propuesta fue llegó hace poco más de un año, cuando el ayuntamiento anunció su intención de abrir un museo del flamenco, el que sería el primero de esta índole en la ciudad de Madrid. Pero lejos de llegar a buen puerto, aquel anhelo cayó en saco roto antes de partir de la casilla de salida. «Nunca hubo ningún proyecto en firme, y ni siquiera tendría sentido que se hiciera en este barrio. Otra cosa distinta es Entrevías, donde hay varias peñas flamencas y mucha población gitana, además de toda la inmigración andaluza que hubo, sería como un homenaje», expone Nacarino, convencido de que San Diego presenta hoy un déficit dotacional evidente. «En uno de los barrios con mayor densidad de población, por lo que nosotros hemos insistido mucho en que se acondicione de forma similar al centro dotacional de Arganzuela», incide. De sus palabras se desprende que el objetivo es convertir el entorno en una zona más atractiva, «un pequeño polo de atracción para el vecindario». Conseguirlo no será fácil, más si cabe, cuando no existe ninguna referencia en los presupuestos municipales de 2026 relacionada con la recuperación de este inmueble. «Vamos a estudiar las necesidades de acondicionamiento para poderle dar un uso», subrayan en el ayuntamiento, mientras el asedio okupa ya está de nuevo a la vuelta de la esquina.