La tecnología ofrece múltiples aplicaciones y algunas de ellas resultan cruciales en situaciones límite. Desastres naturales como la DANA, incendios o un simple accidente doméstico han disparado el uso de dispositivos que nos monitorizan y pueden enviar una alerta de emergencia al 112. Relojes, pulseras e incluso los coches más modernos ya vienen provistos de este sistema que, literalmente, puede salvarnos la vida. Se trata de una tecnología que, usando los sensores de dispositivos como relojes inteligentes, móviles o pulseras deportivas, es capaz de detectar una situación anómala. Tal y como explica el consultor tecnológico Mario Yáñez, estos aparatos pueden identificar "una caída, un desmayo o incluso un accidente, medir lo que está pasando en ese momento e incluso avisar automáticamente a los servicios de emergencias". Aunque es una herramienta útil para cualquier persona, el segmento de las personas mayores es "el más adecuado, el más idóneo para usar este tipo de dispositivos", señala Yáñez. Según datos del INE, en España viven solas más de dos millones de personas mayores de 65 años. Las cifras respaldan esta necesidad: "en 2022 murieron más de 4.000 personas por causa de caídas directamente, más que por accidentes de tráfico o suicidios incluso", destaca el experto. El problema es de escala mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido de que se producen en el mundo más de 650.000 muertes anuales por este tipo de accidentes, y más del 85% de las víctimas son personas mayores de 65 años, lo que demuestra la importancia de estos sistemas de alerta temprana. Pero estos dispositivos pueden hacer mucho más que detectar una caída. También son capaces de monitorizar el pulso cardíaco, medir la calidad del sueño, el nivel de estrés e incluso variables respiratorias como la saturación de oxígeno en sangre. "Es como esa pincita que nos ponen en el dedo cuando vamos a los hospitales", aclara Yáñez. Estas funciones, que comenzaron en los relojes deportivos, se han ido extendiendo al resto de dispositivos de uso general. Además de los populares smartwatch o smartphones, existen otros aparatos hechos a medida, especialmente orientados a la tercera edad. Estos pueden ser collares, pulseras o "un simple pulsador que solo tiene un botón, el botón de SOS", apunta el consultor. También existen soluciones 'no wearables', es decir, que no se llevan puestas, como sensores o cámaras inteligentes integrados en el hogar que velan por la seguridad del usuario. El funcionamiento de los dispositivos que llevamos encima se basa en la combinación de tres tecnologías clave. En primer lugar, el acelerómetro, un sensor que mide la posición, orientación y velocidad de la persona, permitiendo detectar un golpe o una caída. En segundo lugar, el GPS, que registra las coordenadas exactas de nuestra ubicación en el momento del incidente. La tercera pieza es la conectividad a Internet o vía SMS. Este elemento es "fundamental, porque es lo que permite, detectado el golpe y dadas las coordenadas, enviar la alerta y nuestra localización al sistema de emergencias", detalla el experto. Para medir otras variables como las pulsaciones o la respiración, los relojes usan una técnica llamada fotopletismografía: unos sensores LED emiten una luz verde que ilumina la piel, traspasa hasta los vasos sanguíneos y, a partir del reflejo, calcula los diferentes parámetros. Para activar la alerta en caso de emergencia, los dispositivos generalistas se pueden conectar con el servicio público a través de la aplicación My112, que permite contactar con el 112 con solo pulsar un botón. En algunos casos, como ciertos modelos de Apple Watch, el dispositivo puede incluso funcionar de forma autónoma y avisar sin intervención del usuario, algo vital si la persona queda inconsciente. A pesar de sus claros beneficios, el uso de estos dispositivos plantea un debate sobre la privacidad. "Los datos de salud son una de las presas más apetecibles para los hackers y para los ciberdelincuentes", advierte Mario Yáñez. Esta información es muy delicada y, en malas manos, podría usarse para "discriminar laboralmente, chantajear o estafar a los mayores". Aun así, Yáñez insiste en que "son muchas más las ventajas que las desventajas". El consejo final es claro: decir sí a su uso, pero con precaución. Es fundamental no optar por "lo primero y más barato que encontremos en Internet" y verificar siempre que las aplicaciones o dispositivos estén avalados por sistemas públicos de salud, sociedades médicas o empresas expertas en el cuidado de mayores.