La crispación, en parámetros alarmantes, aumenta de forma peligrosa. Para entender y ver la necesidad de moderación, no cabe recurrir al mesotés aristotélico, ni a la ética y estética, basta pensar en clave de salud emocional. Urge una nueva ilustración. Desde mi atalaya optimista la vislumbro. Pero el sentido común y la historia me enseñan que esta no es nunca un destello, es un proceso. En algunas posibilidades o deseos que se sobrevaloran, estamos en retroceso, por ejemplo, Europa. Aquella idea de madurar como comunidad y que el viejo continente decidiera ser libre, autónomo y unido, es evidente que no solo no va a ocurrir, sino que hemos entrado en fase de descomposición. La historia europea lo constata. Siempre hemos estado en desacuerdo. La larga trayectoria de guerras es demasiado reciente para olvidarla. Estamos en declive. Observen la patética imagen de Ursula von der Leyen con el Mercosur o Rusia. Merz, Starmer y Macron buscan supremacía sin contar con la mayoría. A nivel planetario, los autócratas de las primeras potencias evidencian el regreso a la Edad Media en muchos aspectos sociales. El regreso del imperialismo, que consistía en conquistar territorios ajenos a través de guerras, ya está aquí. Todo este mapa social y político genera angustia. Es el caldo de cultivo apropiado para el regreso a las autocracias que promueven el orden y la fuerza. Se ha antagonizado el binomio de vida y libertad por el de vida y seguridad. ¿Qué se puede hacer o qué debemos hacer? Buscar espacios de confort emocional, huir de la confrontación. Solicitar moderación. En lugar de sumarnos a la vorágine del barro político permanente, solicitemos moderación. Los gobernantes lo entenderán y aunque sea por estrategia política y de conveniencia abandonarán el barro y entraremos en los brotes verdes de una nueva transición. Si los intelectuales, en lugar de amancebarse con el poder vuelven al espíritu crítico, volverán a ser el motor de movimientos claros hacia la nueva ilustración. Si las iglesias en plural entienden que por encima de la vacua liturgia y el poder está la espiritualidad, estaremos en el umbral de la revolución de valores que conducen a la estabilidad y sobre todo la justicia social, ahora moribunda. En este momento de espíritu navideño, en el que recibimos con alegría, «el vuelve a casa por Navidad», pidamos y practiquemos la moderación. Las semillas germinan. Y vendrá la cosecha del diálogo y el respeto. Hasta Florentino y Laporta, que manejan el nuevo opio del pueblo, pueden aportar si dejan la guerra tribal y regresan a la esencia del deporte. Se puede ser noble adversario y defender las creencias sin recurrir a las cruzadas. Como regalo de Navidad les pido a nuestros gobernantes, en todos los sectores, que relean el IF de Kipling y nos regalen moderación. Feliz año.