Nos hundimos

Ayer se publicó el informe que confirma que, probablemente, España continuará siendo la economía número doce en el mundo hasta dentro de quince años y la primera en el ámbito de habla hispana. El dato así, sin contexto, puede parecer optimista. Pero no lo es. Porque el mundo es muy grande y hace solo 22 años ocupábamos el puesto ocho. Es decir, nos hemos derrumbado en dos décadas y quienes nos gobiernan no dejan de hablar de éxitos y logros. ¿Qué ha pasado en estos veinte años para que la marea nos arrastre hacia el fondo? La crisis de 2008, sin duda; la pandemia; y una clase política y empresarial incapaz de diseñar la España del futuro, la que emprende, innova, crea y compite. Aquí el crecimiento se basa en números, no en calidad ni originalidad. Llenar el país con casi diez millones de extranjeros que se ocupen de los trabajos mal pagados es la solución que han encontrado. Con eso mantienen los salarios bajos, la productividad por los suelos, la competitividad inexistente y el progreso nulo. Pero sale barato y las cifras cuadran. Porque diez millones de personas se mueven, consumen, suman, multiplican. Mientras, en Badalona, la cosa está que arde entre los ridículos amigos de todo el que no sea de raza blanca y quienes se limitan a cumplir las leyes. Adornando el suceso con trágicos tintes navideños e incluso mezclando el mito del niño Jesús en el portal de Belén, la izquierda brama contra un alcalde al que acusan de racismo. ¿Si los desalojados hubieran sido, digamos, rusos, no se les habría echado de allí? No es cuestión de raza, sino de legalidad. El año pasado se radicaron en España casi un millón trescientos mil extranjeros. Más de medio millón de españoles tuvieron que emigrar.