El Grinch gana

En Villamanín, un pueblo pequeño de León, han protagonizado la fábula de Navidad de este año. Es el triunfo del Grinch y del señor Scrooge. Mientras la temporada marca un bombardeo de películas e historias optimistas la realidad devuelve un espejo estropeado. La historia es buena y en algún momento será merecedora de guiones y un desarrollo más detallado. Empieza con que toca un gran premio de la Lotería de Navidad en un lugar menor. Todo el mundo se conoce y ha comprado participaciones al grupo de jóvenes que forma la comisión de fiestas. El objetivo de la venta es financiar la próxima juerga del pueblo. Se asume que es algo con buena intención para montarla más tarde en verano. También se dan por hechos lazos estrechos entre todos los que han adquirido los boletos. O son primos primeros o segundos o se conocen de toda la vida. Gente que comparte un círculo estrecho desde hace muchas décadas. Ocurre que los de la comisión se lían con la venta. Falta dinero porque han vendido más boletos que décimos que los respaldaran. Un desastre. Se intuye la cara del primero que se dio cuenta del lío mayúsculo, los nervios al contárselo al segundo, el miedo compartido. Se organizó una reunión para intentar poner en común el asunto y buscar una solución. Habría gente generosa pero se impuso el lado egoísta. Los que exigían hasta su último céntimo de la participación comprada. Ellos no tienen la culpa y quieren que se cumpla con su derecho. Confusión, mal rollo, conversaciones acaloradas, corrillos enfadados. Se hace cualquiera la idea del drama. La conclusión: los jóvenes autores del error pagan su falta y renuncian a su dinero para que todo el mundo lo cobre completo. Seguramente la solución más justa, el autor del fallo la paga. Una historia contemporánea de Navidad. No es un buen final pero feliz 2026.