Acaba 2025 con la sensación de que, una vez más, el año ha podido ser mejor, que el coste de oportunidad de transformación y mejora de la economía vuelve a lastrar el país y que la realidad diaria de la mayoría de su tejido productivo, de las pequeñas y medianas empresas y de los autónomos, continúa malviviendo con ese cuadro macro que no sirve para otra cosa que para justificar esta parálisis.