La Navidad es un cóctel emocional inflamable. Lo mismo nos pone blanditos que tristones que como tirachinas. En Navidad los buenos deseos pueden aguantar lo que los abetos las calefacciones, dos semanas. Pero en estas fiestas también pintan bastos ideológicos. Hay más política en algunas sobremesas que en el Congreso de los Diputados. El primero que politiza la Nochebuena es Felipe VI, con su charleta en los preámbulos de la cena más especial del año. Abierta la veda borbónica hay quienes se sientan a la mesa como a una moción de censura. El cuñadismo ha forjado su leyenda en Navidades, bautizos y comuniones. Hasta la ONG Oxfam Intermón ha sacado unas fichas descargables bajo el título ‘Adiós cuñaos y pseudoexpertos’, y la promesa de “no más silencios incómodos en las sobremesas”. Un recurso para los próximos asaltos navideños.