El cinturón de los municipios de la periferia de Madrid se ha convertido en un nuevo tablero de pugna electoral. Históricamente izquierdista y muro de contención contra las políticas neoliberales al estar formado por municipios que son bastiones de clase trabajadora, la tendencia ha cambiado desde hace unos años. El PP consiguió permear en ellos en 2019 y terminó de asentarse como opción preferida en estas localidades en 2023, y Vox también ha crecido en las faldas de la capital ante el retroceso de PSOE y Más Madrid en ellas. Lo que antaño eran municipios con un marcado carácter progresista ahora es un terreno en disputa con un poder electoral muy elevado, algo que saben 'populares' y ultraderechistas', que intentan mirar desde sus atalayas hacia estas localidades para formular propuestas que gusten al electorado residente en las mismas. Las condiciones de la partida son claras: el PP ya está asentado como opción electoral poderosa en la periferia y Vox está en ello, pero no toda la periferia es igual. El PP lleva décadas rigiendo en los municipios de mayor renta per cápita como Torrejón de Ardoz, Boadilla del Monte o Alcobendas, por lo que Vox ha tenido que girar el cuello hacia el sur y empezar a mirar a Móstoles, Getafe, Fuenlabrada, Pinto, Parla, Leganés o Alcorcón, ciudades cuyo grueso poblacional es clase trabajadora joven y de mediana edad, que supone un 25% del electorado en la autonomía capitalina. Una carta que le ha salido muy bien a la extrema derecha, por la facilidad que tiene su asimilación (y sin que necesariamente sea cierto el mensaje) es la de asociar el deterioro de los servicios sociales y del acceso al mercado inmobiliario a la inmigración, un arma que entra como un cuchillo ardiendo en mantequilla en barrios donde abundan los residentes extracomunitarios. En calles donde la izquierda ganaba por automatismo, Vox ha puesto en marcha una campaña para capitalizar el descontento del votante de clase media y baja desencantado a partes iguales con La Moncloa y con la Puerta del Sol. El partido de Santiago Abascal ha vinculado sin escrúpulos vivienda y servicios públicos con inmigración, una relación de brocha gorda que funciona muy bien retóricamente, pero que necesita unas cuantas matizaciones. "Tenemos un discurso duro contra la inmigración, por supuesto, pero es la realidad de esos barrios", señala José Antonio Fúster, presidente provincial de Vox en Madrid. "El primero que agujereó el cinturón rojo fue Pedro Sánchez con su maniobra completamente desquiciada de acusar a Madrid de ser la zona cero de la pandemia. Eso lo supo aprovechar muy bien Ayuso creando una especie de hiperregionalismo. Pero las recetas libertarias que prometió la presidenta no están llegando. Y la realidad es que los barrios y municipios que más sufren la carga de inmigración son los del sur. Y no hablo solo de inseguridad, sino de la tensión que soportan los servicios sociales", argumenta el propio Fúster, con unas palabras particularmente lepenianas: el discurso que sostiene que los municipios sureños...