Conocer el hielo

Cuando llegué a vivir a Chile, hace poco más de 10 años, un compatriota que había elegido este país para retirarse de la cátedra me alcanzó su diagnóstico de la sociedad que nos albergaba, como quien entrega una posta al colega más joven, como quien ofrece una hipótesis de trabajo a las nuevas generaciones de comparativistas. “Los chilenos son como cubos de hielo en cubetas: cuadriculados, blanquitos, fríos, uno al costado del otro, pero sin tocarse”. Con esa premisa, me sumergí en lo que sé hacer: trabajar bases de datos de opinión pública, de encuestas nacionales disponibles. Efectivamente, el olfato del colega mayor se comprobaba en cada modelo estadístico que ensayaba: la autoidentificación ideológica, esa variable que exige a los individuos posicionarse en una escala de izquierda a derecha, era un poderoso predictor de comportamientos políticos y electorales. Acostumbrado a que ese factor sirva de poco o nada para entender el Perú, me sorprendió aquella inesperada predictibilidad. Pero cuando dejé definitivamente Chile, hace poco menos de un año, empecé a comprobar, estadísticas en mano, que esos cubos de hielo empezaban a derretirse.