Volvió a ser una noche de terror sobre Kiev. La capital de Ucrania, a punto de cumplir cuatro años de resistencia contra la ocupación, sufrió durante horas el asedio de más de 500 drones y 40 misiles rusos que tenían una motivación muy clara, hacer daño a los civiles. Más de medio millón de ucranianos sin electricidad, sin calefacción y sin agua. En pleno invierno, bajo cero... Sobre sus cabezas el zumbido interminable de cientos de drones, de misiles, cuando no es una explosión a escasos metros, en el edificio de en frente, en el de al lado o en el apartamento de tu vecino. Uno de los vídeos que han circulado por redes sociales, es realmente espeluznante: una señora se asoma a la ventana a grabar los estragos del armamento ruso, en cuanto la cámara de su móvil enfoca, aparece una figura triangular, horrible, que se le echa encima como si fuera un monstruo de una película de terror, una criatura fantástica, mitológica, enviada para sembrar el caos. Estas criaturas provienen de la estepa rusa, aunque nacieron en lo que antaño fue el próspero Imperio Persa. Reciben el nombre de Shahed, "mártir" en árabe, un nombre que se recubre de un halo siniestro, cuando se descubre que esa criatura inflinge daño mediante el suicidio. Los Shahed que Rusia utiliza en Ucrania, están fabricados por Irán y son drones, aeronaves teledirigidas, que explotan una vez llegan al objetivo. En este caso, la señora ucraniana que vio cómo se le venía encima el aparato, tuvo la inmensa suerte de que ella no era su destino. Gracias a su vídeo, todos pudimos ser testigos del horror de ver un aparato que te quiere matar, esquivarte por milímetros e ir a parar directamente a la ventana de tu vecino. Las llamas de la explosión se colaban en el propio apartamento de la mujer que, en ese momento, y todos con ella, tan solo podía pensar en lo cerca que había estado de no contarlo. Todo ello es una declaración de intenciones, un aviso de un Putin que sabe que, en el plano militar, tiene las de ganar. Durante los últimos meses se han sucedido las reuniones, desde aquel desplante de Trump a Zelenski en el Despacho Oval de la Casa Blanca, el líder norteamericano autodenominado como paladín de la paz, se ha seguido reuniendo tanto con Putin, como con el líder ucraniano. Ha presionado a Ucrania para que acepte las condiciones que impone su invasor; ha reculado y ha amenazado a Rusia con imponer aun más sanciones a sus recursos naturales, fuente principal del poderío económico del gigante ruso; volvió a pegar un bandazo hacia el apoyo a las condiciones rusas para un acuerdo de paz y así, hasta que uno pierde la cuenta de los giros, cambios de opinión y contradicciones en los que ha incurrido Donald Trump durante su primer año de su vuelta a la presidencia estadounidense. Con todo, es indudable que la situación invita a ser más optimista que nunca con el fin de la guerra. Si uno consulta con los expertos, muchos se inclinan a pensar que el 2026 será el año de la paz, otros muchos son todavía cautos y recelan de los intentos de paz que hasta ahora han sido infructuosos. Por el momento, Rusia ha cedido muy poco en sus posturas, pero Ucrania comienza a aceptar la renuncia a cierta parte de su territorio a cambio de la paz, una cesión que es un principio para desenquistar la situación. Ante una situación humanitariamente tan desesperada, en plena octava de Navidad, en plena festividad del Domino de la Sagrada Familia, el Papa León XIV, junto al apoyo del cardenal limosnero Konrad Krajewski, ha enviado una "caricia" en forma de ayuda a los ucranianos. Tres camiones cargados hasta arriba de cientos de miles de raciones de sopa con pollo y verduras, que suponen un gran aporte energético, vital en el durísimo invierno del campo y la ciudad ucraniana. Un gesto que ya acostumbraba el Papa Francisco y que es un símbolo más del ansia de paz en el mundo que León XIV reivindicó desde la primera vez que le vimos en el Balcón de la Basílica de San Pedro, cuando se dirigió al mundo como el 267º sucesor de Pedro: "Que la paz sea con todos vosotros".