El Jubileo ha entrado en su última fase con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros. El cardenal arcipreste, James Michael Harvey, ha presidido este 28 de diciembre la concelebración eucarística y el solemne rito de clausura, que evoca un horizonte de esperanza y una misericordia que no se consume. Se trata de la tercera Puerta Santa que se cierra, después de las de Santa María la Mayor y San Juan de Letrán, marcando la cuenta atrás para la conclusión del Año Santo. El simbolismo del acto, entre escapar de la realidad o permanecer en las propias limitaciones, ha centrado la homilía del cardenal. La misericordia, descrita como una "salvación ya dada", se convierte en una semilla capaz de germinar en la historia. Con este gesto, la Iglesia se prepara para el cierre definitivo del Jubileo, que culminará el próximo 6 de enero, Solemnidad de la Epifanía, cuando el papa León XIV cierre la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Bajo el sol de invierno que mitigaba las bajas temperaturas, los fieles se congregaron en el pórtico de la basílica, donde la Puerta Santa lleva la inscripción "Spes unica". El cardenal estadounidense ha recordado durante la misa que "la única esperanza" reside en la "Cruz de Cristo", una esperanza "pascual" que florece en la resurrección. La frase grabada en la puerta, "Ad sacram Pauli cunctis venientibus aedem – sit pacis donum perpetuumque salus", se ha transformado en una oración constante para que el "don de la paz" se extienda en un mundo azotado por "guerras, crisis, injusticias y confusión". El rito de clausura se ha desarrollado en un silencio contemplativo. El cardenal Harvey se arrodilló ante la puerta, cuyos paneles rememoran los tres años preparatorios del Año Santo del 2000 impulsado por San Juan Pablo II, dedicados al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tras unos instantes de recogimiento, el cardenal ha procedido a cerrar las dos hojas de la puerta. Llegar a una conclusión "es siempre un momento", ha enfatizado el cardenal en su homilía, "mientras que la misericordia de Dios permanece siempre abierta". Por ello, ha invitado a continuar el camino de "conversión y esperanza" inspirado por el Año Santo. En la basílica dedicada a la memoria de San Pablo, el lema del Jubileo, "la esperanza no defrauda", resuena con una fuerza especial, convirtiéndose en una verdadera "profesión de fe". El Apóstol de los Gentiles confió estas palabras a la historia con plena conciencia de la "dificultad de vivir", tras haber sufrido la prisión y el "aparente fracaso". Sin embargo, como ha explicado el cardenal, la esperanza se mantiene firme porque no se apoya en la fragilidad humana, sino en el "amor fiel de Dios". La Puerta Santa no es solo un umbral físico, sino una puerta que invita a dejar atrás "lo que oprime el corazón" para entrar en "el espacio de la misericordia". Cruzarla, ha añadido Harvey, implica renunciar a la "pretensión de autosuficiencia" y confiar humildemente en "Aquel que es el único que puede dar pleno sentido a nuestras vidas". Este gesto simbólico no ha perdido su poder a lo largo de los años: "Dios nunca cierra la puerta al hombre; es el hombre quien está llamado a cruzarla". La esperanza, junto a la fe y la caridad, ha sido definida por el papa Francisco como el "corazón de la vida cristiana". El cardenal Harvey ha subrayado que esta virtud va más allá de un "optimismo ingenuo" o una "evasión de la realidad". Se trata, más bien, de esperar con confianza la "salvación ya concedida" y seguir caminando con la mirada "fija en Cristo", afrontando el dolor con la certeza de que "la última palabra la tiene la vida y la salvación". Esta esperanza se nutre, según las palabras del papa Francisco que ha recordado el cardenal, al encontrar la valentía de "profundizar" y romper la "costra de la resignación". El purpurado ha evocado la figura de San Pablo, quien encontró su fuerza en la debilidad a través de su encuentro con Cristo. "Ninguna prisión puede extinguir la libertad interior de quienes viven en Cristo", ha afirmado, destacando que las cadenas que sufrió el apóstol no ahogaron su anhelo de confianza y esperanza. Finalmente, el cardenal ha recordado la encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI, que presenta a Dios como la "única gran esperanza" que da sentido a la existencia. Cruzar la Puerta Santa, ha concluido, se convierte en una invitación a ser un "signo humilde pero luminoso de la presencia de Dios" en un mundo de "divisiones y temores". "Al cerrarse la Puerta Santa", ha sido su deseo final, "que la puerta de la fe, la caridad y la esperanza permanezca abierta en nuestros corazones. Que la puerta de la misión permanezca abierta, porque el mundo necesita a Cristo".