Si Lauren Bacall era una mirada, Brigitte Bardot era una boca , una boca carnal donde los hombres de la posguerra se perdían como en una gruta de deseos. Bueno, y una cintura, claro, la que mecía sobre la mesa en 'Y Dios creó a la mujer' desencadenando un seísmo de pasión y celos. Creó un icono de sensualidad con apariencia inocente, de frescura voluptuosa, y lo manejó con la libertad salvaje de una diosa que Francia adoró rendida ante la majestad de una pionera de la revolución erótica. Se convirtió en un símbolo nacional, como una torre Eiffel con curvas, un fenómeno social, un mito que ella misma enterró con su prematuro retiro, su reconversión al animalismo y sus... Ver Más