En tiempos de posverdad, cuando una mentira bien colocada o una verdad a medias basta para incendiar una plaza pública, la dignidad humana se convierte en moneda de cambio. Se ha visto estos días en Badalona, donde el desalojo de cientos de migrantes del antiguo instituto B9 –sin alternativa habitacional inmediata, solo resuelta parcialmente con la intervención de la sociedad civil, la Iglesia y la Generalitat– ha dejado imágenes que deberían avergonzar a cualquier país que se pretenda democrático.