Tres meses después de anunciar a bombo y platillo el embargo de armas con que iba a castigar a Israel por el «genocidio de Gaza», el Gobierno aplica la cláusula que se guardó bajo la manga para seguir contando con una tecnología militar que resulta insustituible. Tres meses ha tardado el Ejecutivo en activar la cláusula de la «excepcionalidad» y recurrir a Israel como proveedor de material de guerra, al no existir –reconoce– «alternativas inmediatas para suplir con garantías determinados componentes tecnológicos». Aquel demagógico brindis al sol con que La Moncloa sobreactuó frente al Estado judío tenía tanta letra pequeña como pantomimas, componiendo una declaración que ni siquiera era de intenciones, sino de contradicciones, las que encierra todo gesto populista cuando quien lo realiza tiene encomendada la tarea de gobernar. Lo que el Ejecutivo reconoce ahora como «excepcionalidad» no es sino la más absoluta normalidad del mercado militar, ahora y hace tres meses.