El Gordo

Pueblo pequeño, infierno grande, dice el refrán. En Villamanín, provincia de León, esta semana se ha abierto un agujero en el suelo que ha engullido a los cuatro vecinos que quedan. Bastante tenían con ser la España vaciada, esa que escupe a los jóvenes para que no vuelvan. A los supervivientes de Villamanín no les bastaba con la falta de perspectivas laborales: es que encima les ha tocado el Gordo. Y la comisión de fiestas cometió el error de vender 50 papeletas de más. En estos pueblos diminutos de apenas cien habitantes, la comisión de fiestas está formada por el puñado de jóvenes que quedan: trabajan gratis todo el año para que haya celebración ciudadana del patrón de la zona. La historia ya es más que sabida: no salen las cuentas y los ganadores tienen que renunciar a 4.000 euros por papeleta, el premio se queda en 76.000 euros. Los organizadores de las fiestas, que hicieron las participaciones de la Lotería, renuncian además a su premio. Los únicos jóvenes que quedan y han permitido que caiga el Gordo en su pueblín se han visto ahogados por las acusaciones y la vileza del resto de vecinos que hasta hace nada no tenían ni un duro. En la tensa reunión que se celebró para hacer el arreglo del entuerto hubo lágrimas, ataques de ansiedad y el juramento de que se trataba de un error, no un timo. Los vecinos agraciados con el envenenado Gordo reclamaban incluso que los familiares directos de los jóvenes renunciaran también a su premio. Querían lo suyo. Íntegro. Se masca la tragedia: se prevé el éxodo masivo de los jóvenes, ya no hay verbena de Fin de Año y ya se prevé que no habrá fiestas en verano. La codicia, en la España vacía pero también en la repleta, acaba con sus gentes.