El "agujero" de Correos, la excepción española en una Europa que rentabiliza sus servicios postales

La Sociedad Estatal Correos y Telégrafos encara el cierre de 2025 en una situación de extrema sensibilidad institucional. El actual presidente de la compañía, Pedro Saura, que aterrizó en el cargo tras su etapa como secretario de Estado de Transportes en el equipo de José Luis Ábalos —un periodo que los últimos informes de la UCO han vuelto a situar en el radar de sus pesquisas sobre la gestión de obra pública—, tiene ante sí la tarea de reflotar una entidad cuya salud financiera es hoy una anomalía en la Unión Europea . La situación de su matriz, la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), tampoco invita a la calma. Tras la detención este mes del expresidente de la SEPI, Vicente Fernández, junto a Leire Díez , exresponsable de Relaciones Institucionales de la compañía, Correos se ha convertido en un escaparate que trasciende lo meramente económico. El PP ha solicitado al Gobierno una auditoría interna de todos los contratos, adjudicaciones de suministros y operaciones inmobiliarias gestionados durante la etapa de Díez en la entidad. Sin embargo, más allá del ruido político, las cifras de 2024 confirman que el problema de Correos es, ante todo, una crisis de modelo: el gigante español es el último gran operador estatal que no ha logrado transformar su red en un motor de ingresos. El declive del negocio tradicional de las empresas postales es un fenómeno global que está forzando decisiones históricas. Según los últimos datos de la CNMC , el envío de cartas en España ha sufrido un desplome acumulado del 64% en la última década . Es una agonía que ya ha llevado a otros países a medidas drásticas: en Dinamarca, la operadora PostNord está a punto de repartir su última carta tras 400 años de historia , tras la decisión del Gobierno de abolir el servicio postal universal por su insostenibilidad económica. En España, la situación se traduce en un déficit que se ha vuelto estructural. Según los balances auditados del ejercicio 2024, Correos registró un resultado neto negativo de 458,5 millones de euros , más de 1,4 millones perdidos al día . Hay un matiz a la cifra: la dirección ha ejecutado un "saneamiento" de balance mediante una provisión extraordinaria de 428 millones de euros destinados al plan de salidas voluntarias de personal. Sin el ajuste, las pérdidas hubieran sido de 138 millones . Este movimiento busca reducir una estructura de costes donde el gasto en personal— con más de 50.000 trabajadores, la mayor plantilla del sector empresarial público — supera los 2.000 millones de euros al año. Pero es cierto que mientras España fía su futuro a recortes de plantilla e inyecciones de la SEPI, sus vecinos han encontrado la senda de la rentabilidad manteniendo el carácter público del servicio . Al observar los resultados de 2024, la brecha es sangrante. La clave del éxito en Italia y Francia no ha sido la privatización, sino la diversificación financiera. Poste Italiane batió récords en 2024 no por repartir cartas, sino porque su división de seguros, banca y energía ya aporta el grueso de su rentabilidad. Lo mismo ocurre con La Poste en Francia. Su brazo bancario, La Banque Postale , es hoy el pulmón que permite al grupo público financiar el mantenimiento de su red de oficinas rurales sin que suponga un agujero para el contribuyente. En el otro extremo se sitúan los países que han apostado por la escala logística global. El Estado alemán, que mantiene un 17,73% en DHL Group a través del banco público KfW, ha visto cómo su antigua operadora de correos se transformaba en una multinacional logística que factura miles de millones en mercados internacionales, dejando el correo doméstico como una división secundaria. Incluso en modelos de privatización total, como el de CTT en Portugal, la creación de una entidad financiera ( Banco CTT ) ha sido la llave para presentar un beneficio de 45,5 millones de euros en 2024 , cumpliendo a la vez con las obligaciones del servicio postal universal. España, por el contrario, se ha quedado en una "tierra de nadie": una empresa con obligaciones de servicio público masivas pero sin las herramientas de ingresos financieros que sostienen a sus homólogos europeos. Esta falta de diversificación no es solo una preocupación de despacho; es el núcleo de la estrategia que los representantes de los trabajadores exigen para detener la sangría financiera. Los sindicatos mayoritarios han condicionado la estabilidad de la compañía a un cambio de rumbo que las centrales definen como la implantación de un “modelo de servicio postal público según el modelo francés ”. En este sentido, el acuerdo suscrito por Correos y CCOO a finales de 2024 no solo abordó hitos laborales como la implantación de la jornada de 35 horas , sino que blindó el compromiso de la empresa para asegurar la sostenibilidad económica mediante una diversificación real del negocio. El pacto recoge explícitamente el despliegue de nuevos “servicios económicos” que permitan aprovechar la red de oficinas para compensar el desplome del mercado tradicional, un reclamo que comparte parte de la plantilla . Pedro Saura ha intentado recoger el guante, y anunció el año pasado su intención de lanzar una banca con "los valores de la Caja Postal" , buscando recuperar ese papel de entidad financiera de referencia para la población. Sin embargo, la ambición ha chocado con la realidad regulatoria: debido a la complejidad de obtener una ficha bancaria propia, Correos no podrá crear un banco al uso y tendrá que conformarse con una entidad de pagos digitales . Esta limitación técnica supone un jarro de agua fría para quienes esperaban una verdadera "Banque Postale" a la española. Aunque la entidad de pagos permitirá gestionar cobros, transferencias y tarjetas, carece de la capacidad de captación de depósitos o concesión de créditos que ha hecho de sus homólogas europeas gigantes rentables.