Lo acaba de decir un concejal en el Ayuntamiento de València. Se llama José Gosálbez y es de Vox. En un debate sobre el empleo, se agarró la muleta y el estoque y soltó esta joya de la poesía falangista que hará babear a los profesionales o infiltrados de la equidistancia: «la izquierda trae ruina y paro o, como dice el refrán español: en tiempo de rojos, hambre y piojos». Ahí estamos cuando hace medio siglo que la espichó el dictador. Quién lo diría, ¿no? Aquí andamos repitiendo lo que mucha gente pensamos desde que Boabdil , entre lloriqueos que habrían indignado a la Triple A ( Aznar , Abascal y Ayuso ), entregó Granada a los Reyes Católicos. Y es que en este país –lo hemos dicho hasta la ronquera– el franquismo nunca se murió ni en la cama ni en ningún otro sitio, sino que ha vivido y sigue viviendo a cuerpo de rey (nunca mejor dicho, aunque el propio rey renunciara a la monarquía la última Nochebuena) y sin necesidad de exiliarse para que la justicia no le ajustara las cuentas. Aquí nadie le ha ajustado las cuentas a la dictadura franquista. Nadie y nunca. Ningún gobierno se ha atrevido a plantarle cara de verdad a ese tiempo de la devastación que fue el franquismo. La Ley de Amnistía de 1977 fue un coladero para los fascistas con crímenes a sus espaldas. La Constitución lo acabó de cuadrar todo para que franquistas y demócratas se juntaran a comer –ahora sí, a cuerpo de rey– con una monarquía que nos había endilgado el dictador para que su herencia no cayera en saco roto. Y no cayó. La Ley de Memoria de 2007 apenas fue un apunte borroso que nadie recuerda y la de 2022 avanzó bastante pero las derechas se la pasan por el forro y no pasa nada. El alcalde de Madrid, Martínez-Almeida (¿de verdad a ese chico no le falta un regón , como decimos en mi tierra?) decidió borrar los tres mil nombres del Memorial de la Guerra Civil en el cementerio de la Almudena y no pasó nada. De paso se cargó el nombre de Miguel Hernández y tampoco pasó nada. Hace cuatro días –¡cuatro!– la alcaldesa de Santander tuvo que sacar de sus calles la tira de símbolos franquistas porque ya estaba cansada de recibir requerimientos amparados en la Ley de Memoria de 2022 . En Godella, un pueblo cerca de València donde gobierna el PP, había una placa con versos de uno de los más grandes poetas contemporáneos: Vicent Andrés Estellés , fallecido en 1993. Una concejala se mostraba orgullosa por lo que su partido había decidido: «Hemos machacado los paneles de Vicent Andrés Estellés y los hemos utilizado para rellenar los socavones del pueblo». Tronío castizo el de la señora concejala, sí señor. Lo que pasa es que eso de la memoria democrática les suena a chino. La única memoria que les interesa es la suya. Ahí nunca fallan. Por eso, donde pueden, PP y Vox acaban con lo que queda de la otra España en nuestra memoria. En mi tierra Mazón ya no está de presidente y el nuevo, Juan Francisco Pérez Llorca , seguirá rendido a los pies de Vox para lo que queda de legislatura. Lo mismo hará María Guardiola en Extremadura. No sé por qué sigue siendo noticia periodística que el PP tenga que asumir su dependencia de Vox sea donde sea. A lo mejor, dentro de nada será el PP quien tenga que apoyar los gobiernos de Vox. Uno de los grandes problemas que ahora sufrimos, cuando hablamos sorprendidos de esa relación de dependencia, es que hemos estado blanqueando al PP desde que Franco era cabo y ya tenía en mente fundar ese partido con algunos de sus ministros y unos cuantos falangistas emboscados en la democracia. Si ahora mismo pusiéramos en una columna lo que es el PP y en otra lo que es Vox: ¿serían ustedes capaces de sacar –como se hacía antes con aquellas viñetas casi idénticas– las diferencias entre los unos y los otros? ¿De verdad que las encontrarían? Pues, por favor, si es así pásenme la lista y la guardaré para quitarme de encima la sensación de aguafiestas cuando hablamos de eso que a veces con demasiado engolamiento llamamos Memoria Democrática. Sigue siendo el nuestro un país miedoso a encontrar lo que un pasado traumático ha dejado en nuestras vidas. Hemos preferido callar antes que contar la historia de esa España ocupada por los vencedores de la guerra, unos vencedores que a pesar de convertir a su querida patria en un charco de sangre no la conseguirían «ni única, ni grande, ni libre» , como acertadamente escribe el historiador Nicolás Sesma en un libro que, a pesar de la juventud del libro y de su autor, podemos considerar ya memorable. Sin embargo, es como si todo el país fuera suyo, como si sólo existieran los del PP y Vox y la demás gente fuéramos como unos mindundis que no levantamos un gato del rabo, como si la guerra siguiera siendo aquel cuento chino de un enfrentamiento entre abuelitos y no la que llegó después de un golpe de Estado fascista para acabar con los avances de la Segunda República . ¿Son también un cuento chino la dictadura franquista, los cuerpos que llenan las fosas comunes en las cunetas y los cementerios, las amenazas de la extrema derecha que vuelan por las redes, el desprecio que ese fascismo al alimón del PP y Vox demuestran por la democracia? Hemos preferido callar hasta casi ahora mismo y así nos va. Lo que escribía Natalia Ginzburg : «El silencio es una enfermedad mortal». Pues qué bien hemos llevado esa enfermedad, ¿no? Cincuenta años que se murió el dictador y seguimos moviéndonos como podemos en el terreno pantanoso de una memoria machacada. Precisamente estos días inicia infoLibre la serie La memoria que somos: 50 años de democracia . Ojalá sirva para levantar los ánimos memorialistas contra el silencio y el olvido que hemos cultivado durante medio siglo. Acabo de ver un excelente documental de Patricio Guzmán : Nostalgia de la luz . De una parte, la astronomía que mira hacia arriba, hacia las galaxias más lejanas en el universo, del otro, cómo la gente escarba en la tierra buscando restos de vida de tiempos anteriores. Entre esos restos de vida están también los de quienes fueron asesinados o desaparecidos por la dictadura de Augusto Pinochet . Lo que dice uno de los científicos entrevistados: «Es imposible olvidar a nuestros muertos… Hemos de vivir en estado de búsqueda» . ¿Apuntamos la cita? Pues vale, la apuntamos, y de paso anotamos otra de la misma fuente: «Los que tienen memoria son capaces de vivir en el frágil tiempo presente. Los que no la tienen no viven en ninguna parte». En Chile ha ganado las elecciones un admirador de Pinochet, con hermano ministro de la dictadura y un padre nazi huido cuando la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial. ¿Recuerdan aquella portada en negro de la revista Triunfo y en el centro la palabra CHILE? ¡Qué poco ha salido en la prensa –incluso en la progresista– la vuelta de la dictadura más o menos enmascarada a Chile! No sé cuándo serán aquí las elecciones generales. Lo que sé es que si nos olvidamos de dónde venimos, de qué dignidad y con qué derrotas llenamos nuestra memoria, de dónde fue a parar la voz de quienes lucharon por aquella República que duró lo que un sueño hermoso interrumpido por los tiros, si nos olvidamos de todo eso qué nos espera. Como dice Patricio Guzmán al final de su película: lo que nos espera es vivir en ninguna parte. O sea, en ese territorio que PP y Vox han acotado para los rojos piojosos. Y no hablo del miedo a ese fascismo que ya tenemos aquí y esos dos partidos representan a la perfección. Esos han venido para quedarse . Lo que digo es que en la lucha por la memoria de la dignidad y de los nombres que nos la legaron no valen medias tintas, silencios ostentosos o equidistancias infiltradas. Y que si hay que decir bien a las claras que la monarquía es una anomalía democrática, una herencia franquista y que queremos una República si es posible mejor que la de 1931, pues adelante con los faroles, ¿no? Aquí la primera firma… ______________ Alfons Cervera es escritor. Su último libro es 'El boxeador', editado por Piel de Zapa.