Las mujeres de la familia Palacios: una saga femenina con vocación de Estado

El legado del apellido Palacios ha sembrado, generación tras generación, la simiente de una estirpe de servidores públicos que han destacado, desde relevantes cargos de responsabilidad -vinculados, sobre todo, al ámbito del Derecho-, como hombres y mujeres de Estado. Una de las figuras más influyentes y que ha supuesto todo un ejemplo para esta familia cordobesa ha sido, sin duda, la de Diego Palacios Luque (Espejo, 1929-Córdoba, 2001), reputado jurista miembro del CGPJ y presidente de la Audiencia Provincial de Córdoba , entre otros cargos. Dechado de responsabilidad y dedicación, su figura ha inspirado a una descendencia que ha seguido, de alguna u otra manera, la travesía trazada por el jerarca. Entre sus sucesores, destaca la saga femenina como baluarte de esa herencia de entrega al servicio civil. Cinco mujeres con el apellido Palacios que bien prosiguen, bien se están abriendo camino como trabajadoras de la administración pública. Se trata de las hijas del magistrado Teresa y Miriam Palacios Criado (jueza y letrada de la Administración de Justicia, respectivamente); Rosario Palacios Herruzo (notaria, hija del conocido fedatario Antonio Palacios y sobrina del togado); y Blanca y María Palacios Carrere: la primera notaria y la segunda, Técnico Superior y Economista del Estado (TECO), ambas nietas del ya desaparecido jurista. La dilatada trayectoria de las más veteranas, Teresa y Miriam, tuvo su origen en la idea clara de opositar para «labrarse un futuro» , tal y como les repetía una y otra vez su padre, quien insistió siempre en que la única herencia que podía dejar a sus hijos eran sus libros. «Fuimos sus alumnas . Cuando a las 7 de la mañana se levantaba y nos veía estudiando decía: 'Hay que ver lo que cuesta un cocido'», recuerda, con una sonrisa en los labios Miriam. Teresa rememora el respeto hacia su progenitor, que emanaba autoridad con su sola presencia, «pero también nos mimaba mucho : nos traía chocolate cuando estábamos hincando los codos», evoca la magistrada. «En una ocasión, me llevó a una calle detrás de la Gran Vía, a una pensioncita que había y me dijo: 'Mira, ahí me preparé yo la oposición'. Se me saltaban las lágrimas de pensar lo mucho que tuvo que costarle. Para mí era mi 'Tribunal Supremo' particular.» Las dos hermanas tienen una larga carrera judicial . Miriam pasó por los juzgados de Cabra, Posada y Hospitalet de Llobregat, hasta llegar a Córdoba, «donde he trabajado durante muchos años en el ámbito de la Instrucción. Actualmente, soy letrada de la Administración de Justicia en la Audiencia Provincial.» Teresa Palacios, por su parte, comenzó su trayectoria en 1982 y, a lo largo de su vida, ha ejercido en diversas localidades como Lucena, Aguilar de la Frontera, Carmona, Hospitalet de Llobregat y Madrid. El 2 de enero de 1997 asumió el cargo de titular del Juzgado Central de Instrucción Nº 3 de la Audiencia Nacional, sucediendo a Miguel Moreiras, convirtiéndose en la primera mujer en dirigir este prestigioso órgano . Rosario, prima de las anteriores, es notaria desde hace 11 años en Puente Genil y estuvo seis en Almadén. Menciona el único recuerdo que tiene de su tío Diego: «Estudiando en su despacho». Esta profesional tuvo también tuvo en su progenitor, el notario Antonio Palacios , a su principal referente: «He tenido el privilegio de contar con un ejemplo de trabajo, dedicación, humildad y amabilidad , gracias a un padre profundamente generoso y un verdadero apasionado de su profesión. Cada día, cuando voy a la notaría, intento hacer que ese legado que él me transmitió siga vivo y se renueve constantemente», destaca. Las más jóvenes de la estirpe, Blanca y María , han logrado, con un gran esfuerzo y gracias al apoyo incondicional de sus familiares, aprobar las oposiciones y trabajar de lo que les apasiona. La primera estudió Derecho y Business Analytics y, «después de ver cómo en casa el camino era opositar, decidí sumarme. Llevo siete meses trabajando en el Prat de Llobregat, en Cataluña, donde he montado mi propia notaría desde cero . Estoy muy contenta de poder desempeñar una profesión que me permite ayudar a las personas.» María, por su parte, relata cómo su camino profesional fue, en cierto modo, un giro inesperado. «Desde pequeña, el servicio público estaba en mi casa. Me formé en Derecho y ADE en Madrid , pero fue en el último año de carrera cuando conocí la oposición a Economistas del Estado. Me atrajo mucho su enfoque internacional y decidí presentarme. Llevo casi tres años trabajando en la Secretaría General de Fondos Europeos , y mi día a día incluye negociar con la Comisión Europea y representar a España en organismos internacionales», explica esta joven, quien destaca la importancia de estar rodeada de un entorno de apoyo para poder dedicarse al estudio y la formación. «Es fundamental que los tuyos te ayuden en todos los sentidos cuando decides opositar.» Todas coinciden en afirmar que, para trabajar en la función pública, es preciso «sentir una profunda vocación », verbaliza Miriam. «Los que trabajamos en los juzgados, como es mi caso siendo letrada de la Administración de Justicia, nos enfrentamos a situaciones muy duras. Realizo diligencias en la calle, entradas y registros, y veo lo peor de cada casa. Si no me gustara lo que hago, primero no estaría en Instrucción, y segundo, ya tendría la edad suficiente para jubilarme. Sin embargo, cada día encuentro satisfacción en el hecho de pensar que he justificado mi sueldo, aunque sea un poquito, a través de mi labor como servidora pública .» Además, ninguna pierde de vista que «trabajamos con personas y las acompañamos en momentos clave de sus vidas », indica Rosario. En su caso, «pienso, por ejemplo, en el momento vital para un inmigrante de realizar la jura de nacionalidad; es algo trascendental para él. También en situaciones que, aunque para nosotros son rutinarias, para la persona son fundamentales, como la compra de una vivienda o la firma de una hipoteca. Pienso en alguien que va a casarse y tiene que decidir qué régimen matrimonial elegir, o en aquellos que desean hacer un testamento». A pesar de reconocer la pasión que sienten por su profesión, en el caso de Teresa y Miriam aseguran que su trabajo también tiene una cara más oscura . «Si bien a nivel de medios materiales hemos visto un cambio espectacular, la justicia española sigue siendo lenta . El ciudadano se frustra porque, desde que demanda justicia hasta que la obtiene, pasa mucho tiempo», señalan las hemanas. Teresa profundiza más: «No es solo una cuestión de informatización o de nuevas tecnologías, también se trata de poner a más personas al frente y asegurar que la justicia sea justa. Porque no es justa si no llega a tiempo.» En cuanto a las dificultades por ser mujeres en un mundo laboral históricamente dominado por hombres, todas ellas coinciden en que nunca se han sentido discriminadas . Sin embargo, reconocen que al principio, su juventud sí generó dudas en algunos. «Cuando empezamos, la gente no sabía qué pensar de nosotras, no por ser mujeres, sino por ser tan jóvenes», comentan casi al unísono. Unas profesiones tan exigentes han requerido sacrificios o «elecciones» , término que prefiere Rosario: «Todas tenemos un proyecto familiar, cada una a su manera. Es cierto que debes tomarte el trabajo como una prioridad, pero también es fundamental sacar adelante a la familia . Somos personas, y esas dos cosas, el trabajo y la familia, son pilares esenciales. Claro que esto exige hacer ciertas elecciones y elegir destinos que, de alguna manera, te permitan disponer de tiempo para transmitir y educar los valores a tus hijos.» Miriam lo sabe muy bien, ya que «tuve que cambiar de destino en un momento de mi vida porque, debido a mis circunstancias personales, no podía conciliar el trabajo en un juzgado de Instrucción, con sus semanas de guardia, y la vida familiar. Me llamaban de madrugada y, si en ese momento mi marido no estaba, me preguntaba con quién dejaba a los niños. Por eso, pedí el traslado.» Teresa, por su parte, asumió el precio de ser jueza, «y decidí pagarlo yo sola; fue mi elección porque nunca he querido preocupar a los míos contándoles, por ejemplo, que he soportado llamadas amenazantes; o situaciones complejas cuando he juzgado a etarras ; o cuando he tenido que acudir a levantar un cadáver en condiciones lamentables. Me quedaba sin dormir, pero nunca lo he comentado». En cualquier caso, reconocen que «Somos unas privilegiadas» y consideran que lo que realmente las une es un profundo espíritu de sacrificio, constancia y un fuerte humanismo . «Ese compromiso con las personas, esa humanidad que nos ha transmitido nuestra familia, es lo que nos ha guiado siempre», destacan, dejando claro que más allá de sus exitosas trayectorias, es su vocación de servicio y su dedicación a los demás lo que las define.