Los miembros de la Comisión de Fiestas de Villamanín han sufrido estos días ansiedad nocturna. También los tenedores de las participaciones de lotería que vendieron. El bar del pueblo recuerda al del Hogar de Jubilados de Palencia, cuyo concesionario, Jacinto, vendió el Gordo de 1986 sin haber comprado décimos suficientes y acabó en la cárcel por estafar 900 millones de pesetas. Cuarenta años después, nuestras diligentes autoridades no han prohibido la práctica más peligrosa que prolifera en España desde el aceite de colza desnaturalizado: la de las participaciones de lotería. Otra vez falta pasta. Es una reventa como la copa de un pino, pero al carpetovetónico país que somos no le parece mal. El público se expone porque amamos el... Ver Más