«Los regalos de los Reyes Magos no son un examen del comportamiento; el valor del niño es por sí mismo, no por lo que hace bien o mal»

No cabe duda de que muchos padres aprovechan la cercanía de la llegada de los Reyes Magos para jugar su baza y decir a sus hijos que si no se portan bien, no habrá regalos. En muchos hogares esta frase se escucha hasta la saciedad. Pero, ¿qué incidencia tiene esta amenaza sobre una ilusión tan marcada en la infancia? Para Xavier Guix, psicólogo experto en psicopatología clínica y autor de 'El problema de ser demasiado bueno' , la cuestión es que se educa en el deber a partir de la idea de la culpa y el castigo. «Para los niños, lo que importa no es la cantidad o la ausencia de regalos, sino la amenaza. Lo que preocupa a la criatura, y puede minar su seguridad personal o autoestima, es relacionarla con la falta de afecto o el miedo a que sus pa­dres dejen de quererle. Lo que duele son las consecuencias afectivas». ¿Estamos utilizando los Reyes Magos como una herramienta de control en lugar de como una experiencia simbólica y emocional positiva? Los Reyes Magos no deben ser una medida moral, ni un examen sobre el comportamiento. Amenazar simbólicamente con el carbón, es tanto como relacionar la alegría y la ilusión a un resultado. El valor del niño debe ser por sí mismo, no solo por lo que hace bien o mal. Ya hay otros momentos para educar en ello. ¿Es acertado asociar el error, la travesura o el mal comportamiento con el castigo emocional de la privación? En determinados casos será oportuno, siempre que se acompañe de la argumentación que posibilite el proceso de aprendizaje. En este sentido, no hablaría de castigo emocional, sino de privación de privilegios. El castigo emocional solo enseñará a reprimir y al sentimiento de invalidez personal, cuando se trata de todo lo contrario, se trata de distinguir entre el ser y el hacer. No es lo mismo decir ¡que tonto que eres!, a decir «esto que haces es una tontería». ¿Es normal que un niño que no obedece interiorice que es mala persona? ¿De qué manera este tipo de mensajes refuerzan el patrón del 'buenismo' o la 'mala bondad'? No debería serlo, pero puede ocurrir. La exigencia de obediencia, o se resuelve obedeciendo o se resuelve reaccionando, lo que solemos llamar rebeldía. Cuando estas respuestas se instauran en la propia personalidad, ya se ha interiorizado la idea de ser, o demasiado buenos o demasiados malos. Tal autoimagen será el filtro a través del cual observaremos la realidad, que se irá reforzando por la repetición continuada del patrón. ¿Se trata de una acción desesperada de los padres por carecer de otro tipo de herramientas que permitan que sus hijos se porten bien el resto del año? Los padres, por lo general, hacen lo que les han hecho porque es lo único que han aprendido. Por mucha información que dispongan, por muchos libros que lean sobre la educación, en los momentos de desesperación aparecen las viejas programaciones aprendidas. Por eso, ser padres es también un proceso de aprendizaje que requiere incorporar muchas herramientas de gestión emocional. Un núcleo familiar sano es un núcleo que está aprendiendo. ¿Qué alternativas existen para educar sin reforzar la creencia de que hay que ser 'demasiado bueno' para merecer amor o reconocimiento? En la mayoría de los casos, los niños buenos han sido educados en el cumplimiento del deber y la atención hacia las necesidades de los demás. Dicho de otro modo, sus propias emociones y necesidades han sido secundarias. Con el tiempo, se olvidan de sí mismas. Para evitar este patrón, los padres deben atender las necesidades de los hijos, que no significa ser proveedores, sino facilitadores de comprensión de sus procesos emocionales. Cuando se impone lo que toca por encima de lo necesario, entonces el deber mata al amor. ¿Qué otros errores no deben cometer los padres en este sentido? Por regla general, la tendencia de muchos padres es a moldear a sus hijos a imagen y semejanza de ellos o de lo que se espera culturalmente hablando. Pero los hijos no son plastilinas moldeables al gusto, o pizarras en blanco dónde todo está por escribir. Los niños vienen a este mundo con información, con tendencias. Por eso, el difícil arte de educar es más un sacar de dentro, que meter demasiadas cosas que no encajan con la personita que tenemos delante. Se trata de acompañarla, y enseñarle valores, más que comprimirlos en un modelo.