Descubre por qué no es un insulto que te llamen neandertal: la ciencia confirma que compartimos parte de su ADN

Que a alguien le llamen "neandertal" suele ser un insulto que apela a una supuesta falta de inteligencia. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que es, en realidad, una constatación genética. Según explica en COPE MÁS Málaga el doctor en Prehistoria Serafín Becerra, las investigaciones del premio Nobel Svante Pääbo han confirmado que "los europeos y parte de los asiáticos tenemos parte del genoma neandertal". Esto se debe a que "neandertales y Homo sapiens tuvieron descendencia conjunta", un hecho que redefine la relación entre ambas especies humanas. Lejos de la imagen de un ser tosco, un neandertal pasaría casi desapercibido hoy en día. Becerra asegura que si uno de ellos "fuera vestido con un traje chaqueta, estuviera afeitado y peinado, creo que nos costaría trabajo reconocerlo". Sería un individuo de 1,60 metros, más robusto y con una caja torácica ancha, pero con rasgos faciales peculiares como el reborde que hay encima de las cejas que lo tendrían muy marcado y la nariz ancha, aunque su capacidad craneal era similar a la nuestra. Los neandertales, que habitaron Málaga hace entre 200.000 y 45.000 años, llevaban una vida social y cultural muy rica. Vivían en grupos familiares de 25 a 30 personas y no solo cazaban cabras o conejos, sino que también practicaban el marisqueo y aprovechaban recursos marinos. Competían por el territorio con hienas, leones y leopardos, pero también conocían el mundo vegetal y usaban plantas medicinales, como se ha constatado en Asia. Su universo simbólico era muy avanzado, como demuestran los hallazgos en la Cueva de Ardales (Málaga), donde parece que pintaban signos. "Ya sabíamos que ellos se adornaban con pintura corporal, plumas o garras y utilizaban elementos de concha como adorno", señala Becerra en los micrófonos de COPE. Esta complejidad desmonta la vieja creencia popular. "Eran menos brutos de lo que parecían", concluye el experto. La provincia de Málaga es un territorio con muchos yacimientos neandertales. Entre los más emblemáticos, Becerra destaca la Cueva de Zafarraya (Alcaucín), el único lugar de la provincia donde se han encontrado huesos neandertales, algunos con marcas de canibalismo. Otros enclaves fundamentales son el Complejo del Humo (La Araña, en Málaga capital), la Cueva de Bajondillo (Torremolinos), la Cima de las Palomas (Teba) y la ya mencionada Cueva de Ardales. Este legado se completa con sus prácticas funerarias, pues fueron de los primeros homínidos en enterrar a sus muertos de manera consciente, a menudo en posición fetal. La genética incluso ha revelado que algunos neandertales tenían el gen del pelo pelirrojo y la piel clara, en contraste con los primeros sapiens que llegaron de África. Esta hibridación, concluye Becerra, es clave para entender la diversidad humana actual. Los españoles no somos una excepción cuando se habla de herencia neandertal. Los estudios genéticos más sólidos indican que la población española actual conserva entre un 1% y un 2% de ADN neandertal, una cifra prácticamente idéntica a la del resto de Europa occidental. No existe un “porcentaje español” diferenciado, sino un patrón común en el continente. La cifra varía en función de cómo se mida. Las estimaciones más divulgativas sitúan ese legado en torno al 2% del genoma, mientras que los análisis más conservadores, que solo contabilizan fragmentos identificados con absoluta certeza, lo rebajan a algo más del 1% en los europeos. En ambos casos, los datos confirman una herencia genética real y científicamente contrastada. Ese ADN procede del contacto entre humanos modernos y neandertales hace entre 50.000 y 60.000 años, cuando nuestra especie salió de África y se encontró con ellos en Europa y Oriente Próximo. Con el paso de miles de años, la selección natural ha ido eliminando parte de esa herencia, conservando únicamente los fragmentos compatibles con nuestra biología. Conviene aclarar que tener un 1–2% de ADN neandertal no significa ser “un 2% neandertal”. Se trata de pequeños fragmentos repartidos por el genoma y no de una identidad biológica. Además, cada persona conserva fragmentos distintos. Por eso, al sumar el ADN de millones de individuos, los científicos han podido reconstruir una parte muy amplia del genoma neandertal completo. Los españoles, como el resto de europeos, presentan además algo menos de ADN neandertal que las poblaciones de Asia oriental, donde los porcentajes son ligeramente superiores. Las diferencias se explican por procesos demográficos antiguos y por la acción de la selección natural, no por una mayor mezcla reciente. Así, aunque los neandertales desaparecieron hace unos 40.000 años, no lo hicieron del todo. Una pequeña parte de su legado sigue presente en nuestro ADN, como una huella silenciosa que recuerda que la historia de la humanidad es, en realidad, una historia de encuentros, mezclas y supervivencia.