China logró lo impensado. Un desierto de 93.000 hectáreas volvió a convertirse en bosque y ahora forma la barrera ecológica artificial más grande del planeta

Saihanba no siempre fue verde. Durante siglos fue un desierto que amenazaba al norte de China con tormentas de arena cada primavera. Hoy, tras seis décadas de trabajo manual y una de las reforestaciones más ambiciosas jamás intentadas, esa extensión árida se transformó en un bosque que frena al desierto de Hunshandak, protege a Beijing y demuestra que la restauración ambiental a largo plazo sí es posible.