¿Qué hora es? Parece una pregunta sencilla, pero en realidad no es tan fácil, al menos para los físicos teóricos. Podemos mirar nuestro reloj de pulsera, para aquellos que todavía lo lleven, y contestar: 'las 16:14 horas'. O podemos coger el móvil, algo más habitual hoy día, mirar la pantalla, y confirmar que es la misma hora, pero qué es lo que vemos en realidad en esa coincidencia. Vale, son las 16:14 horas. ¿Y eso qué significa? Nuestra convención ha conseguido capturar, medir, compartimentar y organizar el tiempo, pero... ¿Qué es exactamente lo que hemos capturado, medido y organizado? Esa pregunta sí que no es nada fácil de explicar. El Museo de Ciencias Naturales de Barcelona acoge en el Centro Martorell de la Ciudadela una impresionante exposición que intenta explicar precisamente qué es el tiempo y cómo ha moldeado el conocimiento científico, tecnológico, histórico, filosófico y cultural del ser humano desde que tuvo conciencia de sí mismo. Bajo el título 'La invención del tiempo' propone dos exposiciones en una para explicarlo. Por una parte, nos habla del tiempo como percepción, como realidad, desde el 'big bang', que es cuando nace, hasta la aparición de los primeros seres vivos complejos que para sobrevivir desarrollan un cerebro con el que poder prevenir acontecimientos y asegurar su bienestar. «El movimiento es el que propulsó la aparición del sistema nervioso y el cerebro. Necesita una forma de percibir y almacenar la información sobre el entorno. Estos primeros seres vivos empezaron a tener la capacidad de hacer predicciones para reducir la incerteza precisamente de ese entorno», comenta el físico teórico, biólogo e investigador Ricard Solé, comisario de la exposición. ¿El tiempo es entonces una invención humana para su supervivencia? Difícil de determinar. El cuerpo, por ejemplo, cuenta con el llamado ritmo circadiano, que en cierta medida nos ata biológicamente al movimiento alrededor del sol y crea una especie de reloj interno. Por otra parte, nuestro ADN, por ejemplo, no es más que una máquina del tiempo encerrada en un código biológico. Lo mismo ocurre con las semillas de las plantas. «La agricultura es un triunfo del hombre sobre la noción de tiempo. Sabe que las semillas son cápsulas temporales y que podemos anticipar cuándo brotaran y cómo. Se acabó lo de vivir al día y empezamos a vivir en el futuro, o sea a vivir en el tiempo», señala Solé. Las propias pinturas de Altamira no son más que mensajes para el futuro. Esta compresión del tiempo y la necesidad de controlarlo para medir el porvenir obliga al cerebro a desarrollarse y crecer. Entonces, ¿el tiempo creó el cerebro o el cerebro creó el tiempo? ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? El principio de causalidad es más complejo de lo que parece. «El cerebro nos da la capacidad de viajar en el tiempo. En realidad, un libro es la mejor máquina del tiempo que existe. El hipocampo permite crear recuerdos y consolidarlos y empezamos a crear historias de nosotros mismos a partir de aquí. Porque no almacenamos recuerdos, sino que los recreamos. Pensamos en el pasado en la misma zona del cerebro que pensamos el futuro », señala Solé. El cerebro, por tanto, consolida nuestra capacidad de crear recuerdos y predecir el porvenir, pero qué ocurre cuando la enfermedad empieza a deteriorar esta capacidad. La exposición también explica los efectos del alzheimer en las personas. Una de las pruebas para determinar el estado de deterioro cerebral es su capacidad de dibujar un reloj. Sin problemas, las personas trazan una redonda y la circundan con números claros. Sin embargo, al final sólo queda una mancha desordenada y caótica. «También tenemos el caso del director de orquesta Clive Wearing y su incapacidad de crear recuerdos. Vive en un presente continuo de siete segundos», comenta Solé. Pero la pregunta sigue sin contestarse, ¿qué es exactamente el tiempo? El físico Stephen Hawking, autor de 'Breve historia del tiempo', siempre explicaba que la pregunta sobre qué pasó antes del big bang no tenía sentido. Si estás en Madrid y te dicen, ves al norte, irás a Oviedo, por ejemplo. Si una vez allí te dicen, ves más al norte, irás a París. Perfecto. ¿Pero qué ocurrirá cuando estés en el centro del polo norte y te digan que vayas más al norte? No hay más allá. Lo mismo ocurre con el big bang. No hay un tiempo anterior porque el big bang es precisamente la creación del tiempo. La culpa de todo este embrollo sobre el tiempo la tiene un tal Albert Einstein y su teoría de la relatividad. Hasta entonces, se creía que el tiempo era lineal y amoldado a un sentido común que nos decía que había un antes y un después uniforme y que el pasado, presente y futuro eran rígidos y estables. Sin embargo, Einstein demostró que el tiempo y el espacio eran dimensiones de un todo y que, por tanto, donde te encontraras cambiaba tu percepción de los mismos. Esto abrió la posibilidad de imaginar las máquinas del tiempo. Si es una dimensión igual que el espacio y sabemos que podemos viajar por el espacio, por qué no íbamos a poder viajar en el tiempo. «En realidad, sabemos que podemos viajar en el tiempo. Si tú cogieras una nave y te fueras a dar una vuelta por el espacio a una velocidad cercana a la de la luz, cuando regresases a la tierra, lo que para ti serían un par de horas, para la humanidad habrían sido cien años. Sólo habría un problema, que no podrías volver al pasado porque todavía no existe forma de dar marcha atrás en el tiempo», explica Solé. Lo que la física sabe del tiempo es que podemos determinar que existe, pero lo que sí es una ilusión es su sucesión. Digamos que una película utiliza 24 fotogramas fijos por segundo para dar la ilusión de movimiento. El cerebro funciona igual. Recoge momentos fijos y los une, o sea los fija en un tiempo, creando una película que nos da la ilusión de movimiento. Esto fija una cadena causa efecto que es imposible de romper, pero hasta qué punto es única. «Hay tribus en el Amazonas que no son conscientes del tiempo, que no lo tienen en su lenguaje, y su experiencia de la realidad es muy diferente a la nuestra», asegura Solé. La segunda parte de la exposición se centra más en la comprensión histórica, filosófica y cultural del tiempo. Vemos la evolución de los relojes desde Galileo y la obsesión de construir máquinas cada vez más precisas. También aparecen productos culturales que han hecho del tiempo su punto de partida narrativo. Destaca una reproducción de la máquina del tiempo que utilizó la adaptación cinematográfica de la célebre novela de H.G. Wells, una de las tres únicas que existen en el mundo. La otra es la que utilizó la serie 'Big Bang Theory'. Teoría del caos, el problema de los tres cuerpos, agujeros negros, ondas gravitacionales, el demonio de Laplace, la segunda ley de la termodinámica, la entropía, la exposición explica a la perfección todos estos términos que intentan dilucidar hasta qué punto el tiempo es una realidad fija y estable y si, en un universo donde el presente puede determinar todos los futuros posibles, puede existir algo llamado libre albedrío. En definitiva, un viaje apasionante al centro mismo de la existencia.