Todos hemos vivido esa escena cotidiana en el supermercado: brazos cargados de leche, pan, galletas y ese paquete de detergente rebelde que siempre amenaza con escaparse. El cajero, con su sonrisa profesional, extiende 'la bolsa' hacia nosotros, esa maravilla ligera como una pluma, pero lo suficientemente resistente para soportar el botín completo de sin inmutarse. La agarramos por las cómodas asas y, una vez en casa, la depositamos en el contenedor de reciclaje. El resultado no es tan inocente: un fantasma plástico que tardará entre 400 y 1.000 años en degradarse por completo, flotando en océanos y engañando a tortugas marinas que lo ingieren al confundirlo con apetitosas medusas. Pero la verdadera historia de esta compañera inseparable de nuestras compras... Ver Más