Cuando Zapatero llevó a cabo el llamado ‘proceso de paz’ con ETA poniendo al Estado de rodillas ante los asesinos, urdió un ignominioso y secreto plan en el que se pactó el cese de la violencia armada a cambio de beneficios penales y blanqueamiento de la marca. Eso, en un momento en el que la rama armada estaba derrotada en la práctica. Se renunció a desmantelarla optando por una negociación humillante, Así, quedó para la historia que una organización terrorista se enfrentó al Estado, produjo cerca de mil muertos y lo sometió. Vinieron luego la puesta en marcha de las cláusulas secretas, los terceros grados y la paulatina puesta en libertad de presos. La serpiente ya no mata físicamente, pero sigue viva e inocula un veneno que mata socialmente. Si no eres nacionalista, en Euskadi tienes que disimular o fingir para no perder el trabajo, los amigos, las relaciones laborales... La violencia sigue viva. En las universidades los jóvenes abertzales apalean a los que no comulgan con la fe secesionista, se vandalizan las placas memoriales de las víctimas, se mofan de ellas, se insulta a España, queman sus banderas, se glorifica a los asesinos. Con Zapatero se instaló la equidistancia con respecto a la gente de ETA, con Sánchez se les ha convertido en leales socios y a su líder, en ‘hombre de paz’. Hace unos días murió en la cama, en Francia, a los 81 años, el histórico terrorista Pagoaga Gallastegi (Peixoto). Militante de ETA desde los años 60, se le atribuye la frase de «se necesita sangre y tiempo para hacer un pueblo». Tres jóvenes gallegos que fueron a San Juan de Luz a ver El último tango en París, fueron confundidos con policías. Con Peixoto a la cabeza, un comando de ETA los secuestró, torturó y asesinó sin que se haya sabido aún qué hicieron con los cuerpos. Según ‘el Lobo’, agente infiltrado, oyó cómo Peixoto alardeaba de haberle sacado un ojo a uno de ellos con un destornillador. «Gracias, ‘Peixoto’, por todo lo que nos enseñaste (a mí), por tu protección y amor. Por siempre poner la patria por encima de todo. Ha sido un honor para mí conocerte y tener la oportunidad de aprender de ti». Lo firma un ‘hombre de paz’, socio del Gobierno español, que incluso ha participado en la elaboración de la Ley de Memoria Democrática.