Al iniciarse el año de 1904 las aguas políticas bajaban muy revueltas, entre otras causas, por el nombramiento del padre dominico Bernardino Nozaleda como arzobispo de Valencia. Por aquel entonces, el nombramiento lo hacía el Gobierno y lo confirmaba el papa. Nozaleda había sido arzobispo de Manila cuando el Desastre de 1898 y la oposición cuestionaba su actuación como contraria a los intereses españoles. El día 20 de enero uno de los periodistas que conversaban con Antonio Maura, presidente del Gobierno, le alertó sobre que algunos diputados de su propio partido, el conservador, en particular Raimundo Fernández Villaverde y Francisco Romero Robledo, conspiraban para apearle de la presidencia y esperaban la apertura de las Cortes para crearle dificultades. “¿Eso ha de ser en las Cortes? Pues como allí hay luz y taquígrafos, ya lo veremos”, respondió Maura (La Época, 20-1-1904, p. 3).