Lágrimas de libertad

Nunca he entendido por qué las lágrimas tienen tan mala prensa. No creo que llorar sea de cobardes. Correr, tampoco. Y que al pobre Boabdil le afearan llorar como una mujer la pérdida de Granada, por -supuestamente- no haberla defendido como un hombre, es una de las grandes machiruladas de la historia. Y de ella beben los garrulos que aún hoy son capaces de increpar a alguien, cuando se le humedecen los ojos, al grito de «nenaza». Es la deleznable resurrección del machismo cuartelero, también en el lenguaje, del que tanto presumen los enamorados del autoritarismo. Que no son tantos como nos quieren hacer creer, pero haberlos, haylos.