Hace apenas tres años, Blake Scholl, director ejecutivo de la empresa de aviación Boom Supersonic, tenía un plan de negocio lineal: primero construiría el avión supersónico del futuro y, mucho después, adaptaría sus motores para generar energía. Sin embargo, una llamada telefónica cambió el orden de los factores y reveló la desesperación de la industria tecnológica. Al otro lado de la línea estaba Sam Altman. El mensaje del CEO de OpenAI fue una súplica directa: "Por favor, por favor, por favor, consíguenos algo". Altman no buscaba billetes de avión; buscaba potencia eléctrica. Esta anécdota, relatada al Financial Times , resume el estado de emergencia del sector: la inteligencia artificial avanza a una velocidad de vértigo, pero se ha chocado contra el muro de la infraestructura física. Mientras la IA evoluciona en meses , los permisos para conectarse a la red eléctrica pueden demorarse hasta diez años en algunas regiones . Ante esta parálisis, la industria ha optado por el "Plan B" que consiste en eludir la red y fabricar su propia energía in situ . El alto precio de la urgencia. Este giro estratégico tiene consecuencias profundas. La primera es económica, el "atraso" sale caro. Según analistas de BNP Paribas , la energía de una planta de gas construida para Meta en Ohio cuesta unos 175 dólares por megavatio hora, prácticamente el doble del coste medio para un cliente industrial. La segunda es ambiental. Mark Dyson, del Rocky Mountain Institute , advierte que las emisiones de estas plantas son mucho peores que las de la red general, que combina gas eficiente con renovables. Pese a ello, la urgencia es tal que las autoridades están cediendo. En Virginia, el corazón mundial de los centros de datos, se está considerando flexibilizar las normas de emisiones para permitir que los generadores operen con mayor frecuencia. Incluso centrales contaminantes que estaban en retirada, como la planta Fisk en Chicago , han cancelado su cierre para alimentar la demanda de la IA. En Xataka El arranque de ALIA, el modelo de IA español, ha sido errático y decepcionante. Ahora sabemos por qué Del cielo al centro de datos . La solución más sorprendente viene de la ingeniería aeronáutica a través de las turbinas aeroderivadas. La empresa ProEnergy está comprando núcleos de motores CF6-80C2 de los icónicos Boeing 747 para reconstruirlos como unidades de potencia terrestre. Una sola de estas turbinas genera 48 megavatios, suficiente para una ciudad de 40.000 hogares. No es un caso aislado. GE Vernova ya suministra esta tecnología para el gigantesco centro de datos Stargate (OpenAI/Microsoft) en Texas. El propio Blake Scholl confirmó que venderá a Crusoe turbinas "prácticamente idénticas" a las de sus aviones supersónicos para financiar su proyecto aeronáutico. El regreso del diésel. Más allá de las turbinas de aviación, el sector está rescatando al combustible más denostado: el diésel. El fabricante Cummins ha vendido ya 39 gigavatios de energía a centros de datos, duplicando su capacidad este año. Lo que antes era un equipo de emergencia para cortes de luz, ahora se demanda como fuente de energía primaria. La situación ha escalado hasta el Gobierno de EE. UU. El secretario de Energía, Chris Wright, sugirió en Fox News una medida casi de economía de guerra: requisar los generadores de respaldo de los centros de datos o de grandes superficies como Walmart para volcarlos a la red cuando el sistema general flaquee. La alternativa ignorada: ¿Es necesario el humo? No todos coinciden en que el regreso al fósil sea inevitable. Un estudio de investigadores de Stripe, Paces y Scale Microgrids sostiene que el futuro está en las microrredes solares "fuera de la red". Según sus cálculos, un sistema con un 44% de energía solar ya es tan barato como el gas, y uno con un 90% de renovables superaría en rentabilidad a proyectos nucleares. La ventaja es la velocidad ya que estas granjas solares pueden levantarse en menos de dos años en zonas desérticas de Texas o Arizona. Gigantes como Google han tomado nota, comprando la eléctrica Intersect Power por 4.750 millones de dólares para blindar su suministro limpio y no depender de la red. Sin embargo, la industria mayoritaria prefiere el diésel y el gas conocido por una cuestión de inercia técnica, por el miedo prosaico a que la nube se apague si el sol no brilla. La IA se vuelve física . La industria se encuentra en una paradoja técnica. Para alimentar el software más avanzado del planeta, las grandes tecnológicas están resucitando motores de combustión y quemando combustibles fósiles de forma masiva. Aunque estas "turbinas puente" permiten que la IA siga creciendo hoy, expertos citados por el Financial Times advierten que esta fiebre podría enfriarse cuando los gigantes tecnológicos reduzcan su gasto de capital. Por ahora, la nube ha tenido que bajar a la tierra. El futuro de la inteligencia artificial, irónicamente, no depende solo de un código brillante, sino de quién controle el subsuelo y de quién logre encender los suficientes "enchufes" para que la mayor revolución tecnológica de nuestra era no se quede a oscuras. Imagen | Freepik y Harpagornis Xataka | Al despliegue desorbitado de centros de datos para la IA le ha salido un nuevo problema: las cavernas de sal - La noticia La IA tiene un problema de enchufes: por qué OpenAI está instalando motores de Boeing 747 en sus granjas de datos fue publicada originalmente en Xataka por Alba Otero .