Mientras vamos tarareando aquello de otra vez el champán y las uvas y el alquitrán y hacemos balance de lo bueno y malo, nos damos cuenta de que, si algo ha demostrado 2025 es que la normalidad ya no está de moda y que lo de «virgencita que me quede como estoy» no sirve para conjurar al año nuevo; que venga como venga pero que no se parezca al año que vamos dejando atrás. Económicamente, 2025 nos prometió calma, pero nos entregó una extraña versión de la tranquilidad; la inflación ha bajado, sí, pero no tanto como para que el ciudadano lo note en el carro de la compra. Los tipos de interés han empezado a relajarse, aunque con la... Ver Más