El pádel cierra 2025 como se ganan los grandes partidos: sabiendo sufrir, ajustando errores y creciendo a partir de la dificultad. Ha sido, sin duda, un año muy positivo para el desarrollo global de este deporte, aunque el camino no estuvo exento de sobresaltos. El pádel profesional empezó perdiendo el primer set, pero terminó imponiéndose con autoridad. El arranque de la temporada dejó sensaciones encontradas. El primer torneo del curso en Arabia Saudí , llamado a marcar el inicio de una nueva etapa, estuvo condicionado por unas inclemencias climatológicas que deslucieron el espectáculo y generaron más dudas que certezas. Aquel episodio fue solo el preludio de un conflicto mayor: la relación entre los jugadores y Premier Padel comenzó a tensarse peligrosamente. Gijón fue el primer aviso serio. La ausencia de muchos de los jugadores del top mundial encendió todas las alarmas y evidenció que el desencuentro iba más allá de simples diferencias puntuales. Cancún confirmó que la situación no estaba resuelta, aunque allí apareció un primer síntoma de reconciliación con la presencia de Franco Stupaczuk y Juan Lebrón . El mensaje era claro: el pádel necesitaba diálogo y entendimiento para no poner en riesgo su crecimiento. Durante varias semanas, el pádel profesional y su relación con Premier Padel parecían caminar por senderos opuestos. Una fractura preocupante para un deporte joven, ambicioso y en plena expansión internacional. Sin embargo, el punto de inflexión llegó en Miami . A partir de ahí, el ambiente comenzó a normalizarse y fue en el Major de Italia donde se produjo el verdadero cambio de dinámica. Desde Roma , los torneos organizados por Premier Padel dieron un salto de calidad incuestionable. Mejoras organizativas, mayor cuidado del producto y una sensación de estabilidad que devolvió la confianza tanto a jugadores como a aficionados. La mala relación parecía quedar atrás, algo fundamental para un deporte que no deja de crecer, especialmente en España, pero también con fuerza en el extranjero. El calendario español fue uno de los grandes triunfadores del año. Los torneos disputados en nuestro país fueron un éxito rotundo, tanto en asistencia como en repercusión mediática. España volvió a demostrar que es el gran motor del pádel mundial, con una base cada vez más amplia de jugadores, clubes y aficionados. El pádel español vive un momento muy sano, sólido y con futuro. El colofón llegó en Barcelona . El Palau Sant Jordi , escenario único y reservado para los grandes acontecimientos deportivos, acogió un torneo a la altura de lo que es hoy el pádel: un deporte global, moderno y espectacular. Aquella imagen fue mucho más que una final; fue la confirmación de que el pádel ya juega en las grandes ligas del deporte mundial. Mirando al futuro, las señales son claramente optimistas. La unión entre Hexagon y la FIP abrirá la puerta a un circuito por equipos con identidad propia, una fórmula que permitirá al pádel diferenciarse de otros deportes como el tenis, donde la competencia por el formato y la atención del público es feroz. Apostar por modelos distintos no es una opción, es una necesidad. En 2026, Premier Padel continuará afianzándose y aparecen nuevos países y mercados estratégicos para el ecosistema padelístico. Sudáfrica emerge con fuerza y Londres , una de las ciudades más influyentes del mundo, vive un auténtico boom del pádel que puede marcar un antes y un después en su expansión en el ámbito anglosajón. La mejor noticia, quizá, sea la presencia del pádel en los Juegos Mediterráneos de 2026 en Italia , un país donde este deporte ya está más que consolidado. Un paso más hacia el reconocimiento institucional y que le acerca cada vez más al sueño de estar en unos Juegos Olímpicos nada más y nada menos. El pádel está aquí, ha llegado para quedarse y sigue creciendo como la espuma. Ha dejado atrás dudas, conflictos y tropiezos para confirmar que es, hoy por hoy, el deporte que más crece en el mundo. Y lo mejor, como en los grandes partidos, parece estar aún por llegar.