Resulta paradigmático que los últimos días del año, queramos o no, siempre tengan un componente de resumen, balance, arqueo o finiquito que le meten a uno en el cuerpo una sensación extraña de estrés, prisa y desasosiego, de como si fuéramos a llegar tarde, de como si se fuera acabar el mundo, además de inducirnos psicológicamente una sensación triste de perdida y despedida.