Hasta no hace mucho, la Nochebuena era una cuestión de moral y estaba diseñada para que nos portásemos bien, incluso por encima de nuestras posibilidades, y como ser bueno resulta bastante agotador, pocos días después la Nochevieja, más pagana y licenciosa, era para resarcirse del colosal esfuerzo anterior, pecar durante un rato para despedir el año (o al menos tontear), y restablecer así el necesario equilibrio ecológico. Es decir, el equilibrio entre el bien el mal, sin el cual los planetas se saldrían de sus órbitas, el firmamento se oscurecería, un meteorito extinguiría a los dinosaurios, y en definitiva, todo se iría a la mierda de una vez. Se desequilibraría. Estaba bien pensado, eso de la Nochebuena y la Nochevieja, porque una vez ya has sido sucesivamente bueno y malo, el año nuevo se encara con mejor ánimo y un cierto desapego, que es fundamental para la serenidad de espíritu. Por desgracia, ese contenido moral de las dos grandes noches del calendario, y por extensión de los festejos de fin año, ya casi ha desaparecido, y no hay forma de saber cuándo hay que portarse bien, cuándo mal y cuándo ni fu ni fa. Ni siquiera se distingue una cosa de otra, y no por falta de moral sino por exceso. De unos años a esta parte todos los asuntos son morales, como en la Edad Media, y no se discute de la razón o sinrazón, ni de lo verdadero o falso, sino del bien y el mal. Todos los relatos tratan de eso, y los políticos no debaten de política, sino de quiénes son los buenos y quiénes los malos. Las guerras culturales, lideradas por el presidente de Estados Unidos, son la eterna lucha entre el bien y el mal del Antiguo Testamento, con ciudades arrasadas y ángeles caídos que pasan a ser demonios. De ahí que no sólo los políticos, sino hasta los presentadores de informativos, nos sermoneen sin tregua. Hasta el genocida Netanyahu hace agresivos sermones por televisión. Si se les apareciera el Dios verdadero, le sermonearían de inmediato. No es el Juicio Final, no hablemos de juicios, pero tanta diatriba moral ha acabado con la moral. Por desequilibrio. Y dicen que el año nuevo todavía será peor, así que hagan lo que puedan esta noche. A su elección. Feliz Nochevieja.