Hispanofobia

En Palma tenemos un ejemplo de manual para entender por qué el término hispanofobia le sienta como un guante a cierta izquierda, sobre todo la más radical. Esa que presume de ser adalid de la democracia y el pacifismo, mientras se canaliza a través de partidos como Podemos y Sumar (Més), arrastrando además a movimientos ciudadanos que gravitan en su misma órbita ideológica.El 31 de diciembre en Palma no es solo la víspera de Año Nuevo. No, es mucho más: un día cargado de simbolismo histórico, aunque la mayoría de palmesanos lo ignore. Si la porcella rostida es algo así como un ‘plato nacional’; si lo que nos identifica al celebrar nuestros festivos es torrar llonganissa, botifarrons y xuia; si nuestro postre más emblemático se basa en manteca de cerdo (saïm), la ensaïmada, no es por casualidad: todo esto es fruto de la conquista cristiana en esa fecha de 1229. Aquella victoria no solo fundó una nueva sociedad, también borró de un plumazo la islamización de la isla, vigente desde el año 902. ¿Fue una masacre? Sí. ¿Un genocidio? Se puede decir que también. Los conquistadores arrasaron con todo, dejando poco más que polvo de aquella cultura.Gracias a esa conquista somos de cultura occidental, nos guste o no. Fue parte de la Reconquista, esa empresa que acabó dando forma a lo que hoy llamamos España. Su postremo capítulo se escribió en Granada, donde Boabdil, el último sultán nazarí, tuvo la cortesía de evitar la carnicería que sí se perpetró en Madina Mayurqa. El hecho, crucial para la historia europea e hispánica, ocurrió el 2 de enero de 1492. Y allí, como aquí, se celebra con una fiesta donde el protagonista es el estandarte real. En Granada, el de los Reyes Católicos; en Palma, el de la Corona de Aragón. Hasta aquí todo lógico… salvo por un detalle: en Granada, una parte de la izquierda se rasga las vestiduras. Que si es una celebración anacrónica, que si expolio cultural, que si exaltación de la intolerancia, sectarismo, xenofobia… ¡la lista es interminable! Pero en Palma, silencio absoluto. Ni una voz discordante. Es más, algunos hasta se apuntan a la fiesta. ¿Por qué? ¿Hispanofobia? La respuesta parece evidente.¿Cuál es la diferencia sustancial entre ambas celebraciones para que en Granada sea ‘fiesta facha’ y en Palma un evento simpático y folclórico? No hay argumento que lo justifique. Bueno, salvo uno: el odio selectivo a lo español y la condescendencia con lo antiespañol. Porque, seamos sinceros, si nos ponemos a medir masacres, la de Palma gana por goleada. Así que, siguiendo la lógica de esta izquierda, casi sería más razonable celebrar en Granada la conquista del Rey de Mallorca, Fernando el Católico, que la del Rey aragonés Jaume I en nuestra capital. Sabemos que no se puede juzgar la historia con los criterios y valores de hoy porque puede distorsionar la percepción histórica. Aquí hablamos de coherencia, como que seguro que en las manifestaciones de reivindicación de esa conquista en Ciutat no faltarán los pañuelos palestinos. Porque nada ejemplifica mejor la hipocresía que celebrar unas masacres y repudiar otras… según el guion ideológico.