En 2006, el ingeniero Aza Raskin inventó el scroll infinito, una característica que permite a las plataformas mantener a los usuarios conectados durante horas. Junto a los likes y otros estímulos diseñados para captar atención -la «cocaína conductual», como reconoció su creador-, estas herramientas generan picos de dopamina y adicción. Si los adultos pasamos así horas atrapados, ¿qué ocurre con los menores?