Partituras en el suelo

Hace un par de semanas, el hijo de una amiga, que cursa segundo de bachillerato y estudia piano, se presentó al concurso de solistas del conservatorio superior de música, cuyo premio sería tocar con su orquesta. Se había presentado también el año anterior. Entonces seleccionaban a dos, y él quedó tercero. Esta vez sus padres le recomendaron que no se presentase, por lo que suponía de descomunal esfuerzo hacerlo, ya que tendría que preparar una pieza musical para orquesta de una hora. Y nunca, en lo últimos diez años, se había impuesto un pianista. Pero el muchacho, por amor a lo que hace, y empujado por las fuerzas de la obstinación que ese amor desaforado pone en juego siempre, se presentó.