En el mundo de Lucas Oubiña Fojo la honestidad es siempre extrema. No hay filtro en las palabras o los sentimientos. Ni siquiera en cómo interpreta los códigos QR. Mientras cualquiera de nosotros ve en esos cuadrados blanquinegros una maraña de puntos sin absoluto sentido, este adolescente es capaz de detectar que, cada 29 códigos, un punto infinitesimal rota siguiendo las agujas del reloj. Esa capacidad de hiperfoco es su don y, a veces, su refugio frente a una realidad que le ha resultado a menudo hostil.