A punto de despedir 2025, seguro que ya te has marcado una hoja de ruta para el nuevo año con propósitos recurrentes, como empezar a hacer deporte y ejercicio físico o retomarlo; quitarte esos kilos de más o, por qué no, aprender a relativizar los problemas del día a día para gestionarlos de una forma más saludable. Son importantes retos en los que tendrás que emplear a fondo tu fuerza de voluntad y tu constancia, sin embargo, en Mediodía COPE en Guadalajara, hemos querido añadir otro a tu lista que, sin duda, te va a hacer "muy feliz". Así es como se siente Gonzalo Alda, un vecino de Guadalajara de 75 años de edad que encontró en su jubilación la gran oportunidad de poner en práctica una necesidad que sentía desde hacía mucho tiempo: regalar su tiempo y esfuerzo a quienes más lo necesitan. "Las fábricas grandes tienen la posibilidad de hacernos el contrato relevo, así que cuando cumplimos 60 años dejamos de trabajar y entonces unos amigos que estaban yendo a dar comida todos los días a los viejecitos en el asilo me dijeron, ¿por qué no vienes?" -nos cuenta, recordando con cariño cómo comenzó aquella primera década como voluntario, hasta que llegó la COVID-19 "y nos prohibieron la entrada en el asilo". Fue después de la pandemia cuando Alda encontró una nueva oportunidad para dar rienda suelta a su generosidad. "Tenía otro amigo en Cáritas parroquial Santa María que estaba muy saturado y me propuso echarle una mano, así que me fui para allá y, durante cinco años, hemos estado dando muchísimos alimentos provenientes del Banco de Alimentos Europeo a la gente que realmente lo necesitaba" -señala, aunque la práctica haya cambiado "a partir de junio de este año", ya que, en vez de alimentos, "damos el poco dinero del que disponemos, unos vales con los que las familias van al supermercado y les dan lo que ellos consideran oportuno comprar". Por eso, una de las misiones más importantes que debe llevar a cabo el voluntario alcarreño es determinar qué familias cumplen los requisitos básicos para ser beneficiarias de la ayuda de Cáritas Diocesana. "Tenemos que atender a las familias que vienen nuevas, nos exponen cómo están y cómo viven; nosotros les escuchamos, les hacemos preguntas y, si consideramos que reúnen las condiciones para darles la ayuda, las metemos dentro del propio sistema de Caritas a través de una hoja de Excel" -explica Alda como muestra del gran "control" y rigor que la entidad social despliega a la hora de desarrollar sus programas de ayuda a los colectivos más vulnerables de la sociedad. En cuanto a la procedencia de las personas atendidas, "unos vienen como refugiados; también han venido personas del este, de Ucrania; también hemos ayudado a muchos musulmanes, marroquíes, más bien, pero la mayoría son sudamericanos" -apunta, lamentando que llegan "nada más que con pasaporte, la inmensa mayoría vienen como turistas" respondiendo a la llamada de "un familiar o alguien que les ha dicho que se vinieran para acá" y "con los pocos ahorros que tuvieran allí, pensando que aquí en España al día siguiente iban a poder trabajar, pero no trabajan y no tienen nada". Sin recursos y con muchas de sus expectativas truncadas, la ayuda de Cáritas resulta esencial. "Nosotros los hemos ayudado muchísimo, por lo menos para que no pasaran hambre" -reconoce orgulloso Gonzalo Alda, con la certeza además de que "ver a la gente que recibe ayuda contenta me pone a mí contento también".