La Praza de Ravella, completamente abarrotada, volvió a convertirse este mediodía en el gran reloj simbólico de Vilagarcía para celebrar las bodas de plata de la Festa da Toma das Uvas, una cita que nació en 1998 como un pequeño encuentro de voluntariado y que hoy ya se vive como una tradición multitudinaria para recibir el Año Nuevo antes de tiempo.