En el efervescente mayo de 1968, mientras París ardía con protestas estudiantiles y obreras, Citroën eligió el idílico campo de golf de Deauville, en Normandía, para presentar a la prensa su más reciente innovación: el Citroën Méhari. Bautizado inicialmente como «Dyane 6 Méhari», este descapotable rompedor destacaba por su revolucionaria carrocería íntegramente de plástico, una apuesta audaz que desafiaba las convenciones de la época y lo predestinaba a ser un vehículo ligero y robusto. Con casi 150.000 unidades fabricadas hasta 1987, este «camello de plástico» se ha consolidado como un símbolo de libertad, adaptabilidad y, sobre todo, el espíritu despreocupado del verano, siendo hoy un codiciado objeto de coleccionistas. Desde su concepción, el pequeño y ágil Méhari fue diseñado para una versatilidad inaudita. Capaz de transportar hasta 400 kg y de circular por casi cualquier terreno, incluso fuera de camino, se presentaba como el compañero ideal tanto para el ocio como para usos utilitarios. Su diseño transformista le permitía ser un cabriolet, una pick-up o una berlina de cuatro plazas con una facilidad sorprendente. El parabrisas abatible, las puertas y paneles laterales de tela o rígidos, y un techo duro de plástico modulable permitían configuraciones infinitas, adaptándose a cualquier clima y necesidad, desde un día de playa en Saint-Tropez hasta un trayecto por caminos rurales. La capacidad del Méhari para adaptarse a distintos entornos y necesidades lo convirtió rápidamente en un favorito. Fabricado durante casi dos décadas, hasta 1987, alcanzó la impresionante cifra de casi 150.000 unidades. Su ligereza y fiabilidad le permitieron destacar en contextos tan diversos como el ejército francés, donde se utilizó en versiones para ser lanzadas en paracaídas, o en el desafiante rally París-Dakar de 1980, demostrando su excepcional capacidad para sortear dunas sin problemas, e incluso sirviendo como «ambulancias rápidas». Más allá de sus características técnicas y su versatilidad, el Citroën Méhari ha trascendido su función de mero transporte para convertirse en un símbolo cultural. Su diseño distintivo y su naturaleza abierta evocan instantáneamente la libertad, las vacaciones y el espíritu despreocupado del verano. Su imagen se asocia a paisajes costeros, escapadas rurales y un estilo de vida relajado, consolidándose como el vehículo icónico de las estaciones cálidas. Hoy en día, el Méhari es una auténtica leyenda y un objeto de culto para coleccionistas y entusiastas de los coches clásicos. La durabilidad de su carrocería de plástico y su mecánica sencilla han permitido que muchas unidades sigan en circulación, manteniendo vivo el espíritu de un vehículo que, a pesar de sus humildes orígenes en un contexto de agitación social, se proyectó hacia el futuro como un emblema de la automoción original y divertida.