El español que consiguió desestabilizar a Hitler y acabar con la Segunda Guerra Mundial con solo un movimiento: oculta su historia durante años

1939. Con esa secuencia de cuatro números, sabes perfectamente que se trata de una fecha marcada en el calendario histórico que todos conocemos. Y lo hacemos, si somos españoles, por dos motivos. El primero, porque es la fecha del final de la Guerra Civil Española y el comienzo del régimen franquista y, el segundo, porque es la fecha en la que comienza la Segunda Guerra Mundial. Sí, el mayor conflicto bélico del siglo pasado que supuso un antes y un después para el continente europeo, y, también, para el norteamericano. Con él, asociamos otros nombres propios y sucesos como Hitler, la toma de París, el desembarco de Normandía y la caída de Berlín. Hasta 1945 Europa y el mundo se convirtieron en un escenario donde la táctica y la estrategia bélica eran los protagonistas y en el que, cualquier mínimo movimiento, podría haber cambiado el mundo tal y como lo conocemos. Y aunque sabemos lo fundamental del conflicto, conocemos muy poco sobre historias que han quedado ocultas por intereses políticos y también particulares. Una de esas historias tuvo lugar hacia el final de la guerra, rozando 1945, y nunca fue recogida por ninguna publicación ni diario nacional e internacional. Un episodio que quedó oculto entre la historia. De hecho, pasaron 20 años hasta que alguien supo de un capítulo en el que España tuvo que ver. Esta es la historia de Faustino Antonio Camazón, un joven entonces de Valladolid que se convirtió en espía y criptógrafo, y en quien consiguió desestabilizar a Hitler y a su régimen nazi. Lo hizo con un solo movimiento: a través de la máquina Enigma. Era una máquina fabricada por la poderosa ingeniería alemana que, aunque era simple en apariencia y se asemejaba a una máquina de escribir, escondía un profundo poder. Tenía un teclado como lo tiene una máquina de escribir (o un ordenador en la actualidad), pero, encima de ellas, había un papel lumínico con las mismas letras. Cada día se establecía un nuevo código, de tal manera que al apretar la Q en el panel se podía iluminar la letra E. Es decir, si tú escribías 'hola', la máquina emitía otras letras que con el código en mano podías descodificar para entender que esa sucesión de letras en realidad significaba en 'hola'. Y aunque era una máquina que importaba mucho en el régimen nazi y que fue fundamental, lo cierto es que en la Guerra Civil Española ya se utilizaba. De hecho, el bando sublevado dispuso de 20 Enigmas que permitieron a Franco una comunicación secreta y permanente con sus generales. Aquí es donde entra en juego este vallisoletano, que consiguió desestabilizar a Hitler con sus dotes para descifrar a Enigma. El uso de Enigma por parte de Franco obligó al gobierno de la República a descodificar el código. Aquello terminó con la victoria del bando sublevado y con el inicio del régimen franquista. Pero al empezar la Segunda Guerra Mundial, los aliados ya sabían que durante la Guerra Civil Española un equipo de los servicios secretos republicanos había tratado de descifrar Enigma. Así que ordenaron buscar a esos españoles exiliados que habían terminado en un campo de concentración al sur de Francia. Los oficiales aliados querían reclutar a un equipo que les ayudara a hacer exactamente lo mismo que hicieron en la Guerra Civil, y eso era descifrar Enigma. Una agrupación de siete criptógrafos, que a partir de entonces serían conocidos en el bando Aliado como equipo de todos ellos, estaba liderado por un hombre de Valladolid, ese era Faustino Antonio Camazón. Él, como recuerda el profesor de Física de la Universidad de Granada, Arturo Quirantes, no era un “espía a la antigua usanza”. Sin embargo, su talento para descifrar lo hizo indispensable en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial. Los mensajes profesor de Enigma contenían la información de cada movimiento en el campo de batalla, la ubicación de un submarino o el próximo ataque nazi, los movimientos de la infantería. Camazón y su equipo descifraron los primeros mensajes del código Enigma y lo hicieron con bastante prontitud. “Fue un esfuerzo gigantesco por parte de los aliados, tan gigantesco que los propios alemanes pensaban que hoy día se podía hacer, pero que no sería capaz de conseguirlo, de reunir a todo eso en miles de matemáticos y de ingenieros de todo tipo y al final lo consiguieron” decía el profesor. Recuerda que se necesitaba mucho talento y saber hacer para dar con las claves y desestabilizar el régimen, y, en este papel, el español fue fundamental para hacerlo.