Le invitan a marcharse de un bar de Almería, pone una queja y el dueño le recuerda la frase que le dijo al camarero

En la hostelería española, el horario de cierre de cocinas y barras es un tema recurrente de conflicto entre clientes y establecimientos. Mientras los locales buscan conciliar el respeto a los turnos laborales de su personal con la atención al público, los comensales esperan flexibilidad, especialmente cuando han realizado un consumo considerable. Este equilibrio delicado ha vuelto a ponerse en evidencia tras una queja viral en Almería, donde un cliente denunció haber sido "invitado a marcharse" de un bar tras recibir la cuenta sin previo aviso a las 16:00 horas, justo en el momento de cierre. La respuesta del propietario, sin embargo, revela un matiz clave: el cliente fue informado previamente del horario y respondió con un desafío, "pues yo me iré a las 5", según la réplica del dueño. En España, los horarios de cierre de los establecimientos hosteleros varían según la comunidad autónoma y las licencias municipales. En Almería, por ejemplo, el Ayuntamiento permite ampliaciones excepcionales de hasta dos horas en fechas señaladas como Ferias o Navidad, pero en días ordinarios rige el horario establecido en la licencia. Fuentes de FACUA explican que, aunque no existe una obligación legal de notificar el cierre inminente a los clientes, "la buena práctica comercial exige transparencia para evitar situaciones como esta". La OCU coincide: "Un recordatorio amable, como preguntar si desean algo más o informar del cierre, es básico para mantener la confianza". El problema surge cuando la comunicación falla. En el caso del Bar Nativo de Almería, el cliente JC asegura en su reseña que el equipo "no dio opción ni a un café", mientras el propietario insiste en que se advirtió verbalmente el cierre a las 16:30 y que el comensal respondió con ironía. Este desencuentro refleja una tensión creciente en el sector: según un estudio de la Federación Española de Hostelería (FEHR), el 68% de los locales andaluces han tenido quejas similares en el último año, aunque el 90% de ellas se resolvieron con aclaraciones sobre los horarios. La queja del cliente, publicada en una plataforma de reseñas, detalla una experiencia "decepcionante": "Nos plantaron la cuenta sin preguntar, como si fuéramos un estorbo". Añade que el gasto rondó los 60-70 euros, lo que en su opinión merecía "más consideración". Sin embargo, la respuesta del dueño, firmada como Bar Nativo, desmonta parte del relato: "Se informó del cierre a las 16:00 en barra y 16:30 en sala. Usted dijo ‘pues yo me iré a las 5’". El tono de la réplica (que incluye un llamado a "rectificar") sugiere que el establecimiento interpretó el comentario del cliente como una provocación, no como una mera queja por la prisa. Este tipo de conflictos no son aislados. En Valencia, otro bar colocó carteles advirtiendo que no atendería a clientes que se sentaran sin consumir, una medida drástica para evitar ocupaciones prolongadas. La diferencia aquí es que el Bar Nativo alega haber cumplido con informar, mientras el cliente percibió falta de tacto. Hosteleros consultados por este medio admiten que gestionar los cierres es "un arte". "Si avisas demasiado pronto, el cliente se siente apresurado; si lo haces tarde, retrasas la limpieza y la salida del personal", explica Manuel Ruiz, dueño de un restaurante en Málaga. En su caso, opta por señales no verbales: "A las 15:50, recogemos manteles vacíos y llevamos cafeteras a la barra. Es una forma de avisar sin ser intrusivos". Pero no todos los establecimientos pueden permitirse esa sutileza. En zonas turísticas como Mojácar, donde hoteles como el Servigroup Marina Playa ofrecen horarios flexibles en chiringuitos hasta altas horas, la competencia por clientes exige adaptarse. "En temporada alta, cerramos la cocina a las 23:00 pero la barra sigue hasta la 1:00. Es cuestión de planificación", señala una camarera del complejo. Para asociaciones de consumidores, la clave está en la "proporcionalidad". "Si un cliente gasta 70 euros, espera un trato acorde. Pero si el local cierra a una hora fija, debe comunicarlo claramente al entrar", opina Rubén Sánchez de FACUA. La OCU añade que, en caso de disputa, "si el horario está visible en la entrada o carta, el cliente tiene menos margen de reclamación". En el caso de Almería, el Bar Nativo no ha aclarado si su horario estaba visible, pero insiste en que hubo aviso verbal. El cliente, por su parte, mantiene su crítica: "Nadie nos dijo nada al entrar". Mientras, las redes sociales se dividen entre quienes apoyan al local ("los trabajadores también tienen derechos") y quienes exigen más empatía: "Si pagas, mereces tiempo". Y es que el incidente refleja un dilema más amplio: cómo conciliar la rentabilidad de los negocios con las expectativas de los clientes en un país donde la cultura del tapeo y la sobremesa choca con las normativas laborales. Como resume un hostelero anónimo: "Al final, todo se reduce a educación. Un ‘disculpe, cerramos en 10 minutos’ evita el 90% de los problemas".